Al final ha sido en sábado. Del mes de julio. De aquellos sábados en que el gran objetivo cuando te levantas es echar siesta de baba en el sofá mientras dan la etapa del Tour y vas digiriendo el trozo de sandía que te has zampado para rematar la comida. Han estado todo la mañana anunciando que sería a las dos. Después han enviado una nota diciendo que "nunca sería antes de las dos y media". Y ha acabado siendo a las 15.09. Un clásico. Esta falta de seriedad horaria explica muchas cosas, pero sobre todo una falta de respeto total y absoluta por la gente.

Pedro Sánchez ha escogido justamente este mediodia para anunciar una remodelación "a fondo" de una parte de su gobierno. Su parte. La socialista. Con la de Podemos sucede como sucedía con el tripartito o durante el pacto Junts-Esquerra, que el presidente de turno no puede cesar consellers o ministros que corresponden a los "otros". Le llaman gobierno de coalición cuando quiere decir sexo. Pero más que una remodelación ha sido una moción de censura contra sí mismo. Porque menos Interior y Defensa, se ha llevado por delante los cimientos de su gobierno, incluido su gurú político, Ivan Redondo, el hombre que todo el mundo decía que era quien mandaba. Y cuándo haces eso estás reconociendo que había que cambiar los muebles de todo el piso, incluida la cómoda de la tia-abuela.

Se van por la puerta Carmen Calvo, vicepresidenta primera y quien decían que cocía pactos y engrasaba relaciones; José Luís Ávalos, ministro de Transportes y antiguo hombre fuerte del partido; Juan Carlos Campo, ministro de Justicia e ideólogo de los indultos; Arancha González Laya, ministra de Exteriores y del marronazo del Polisario; Pedro Duque, que se ve que era ministro de Ciencia y nunca nadie se lo dijo; Isabel Celaá, ministra de Educación que empezó como portavoz y que se ha ido apagando como si fuera una vela de olor comprada en un bazar y José Manuel Rodríguez Uribes, responsable de cultura y deportes que se marcha sin que sepamos qué cara hacía.

De los que se mantienen es interesante el movimiento Iceta, que de arreglar la cosa autonómica pasa a Cultura. ¿Quizás porque consideran que la cosa autonómica ya está resuelta? ¿O porque en Cultura cumplirá otro encargo que desconocemos? Y también el ascenso de Nadia Calviño hasta el número 2, cosa que quiere decir que pasa a ser la persona de confianza de la cosa. A tener en cuenta que en el Consejo de Ministros seguirán viéndose las caras Luís Planas y Alberto Garzón, responsables de la guerra del chuleton -que no entrecot- al punto y que ha servido para saber que el señor Planas era ministro. Y de las llegadas, la que más nos interesa por aquí es la de Raquel Sánchez, que se ha levantado como alcaldesa de Gavà, se va a dormir como ministra de Transportes y significa el retorno de la fuerza del PSC del Baix Llobregat.

Sánchez ha dicho que los ministros que salen "se han dejado la piel". Y servidor de usted no ha podido evitar pensar "pobrecitos, pierden el cargo y encima se tendrán que hacer un injerto". Cosas de este lenguaje pretendidamente épico que entretiene mucho en los hogares de ancianos a la hora de la merienda, cuando todo el mundo está pendiente de las galletas que le tocan y no del televisor.

Total, que no sabíamos ni siquiera los nombres de la mayoría de ministros y me temo que seguiremos igual. Nos hemos pasado la tarde llamando a amigos y compañeros de Madrid para que nos expliquen el verdadero por qué de la remodelación. Esta, por encima de los nombres, creo, es la gran cuestión. ¿Por qué ahora y por qué un cambio tan de cuajo? ¿Qué pretende y qué busca este camaleón llamado Pedro Sánchez que se adapta con una gran facilidad y al precio que haga falta a cualquier circunstancia y momento? Esperamos poder saberlo pronto.