Un día alguien decidió que la mejor manera de solucionar los problemas era no afrontarlos. Y el sistema elegido fue el de la patada a la lata. En eso Rajoy fue un auténtico maestro. Pero aquí hemos tenido alumnos que van camino de superarlo. Ante las dificultades y las situaciones comprometidas, patada palante del artefacto y a seguir andando como si nada. ¿Que el cabo de unos metros te vuelves a encontrar la lata? Pues nueva patada. Y así hasta que, o bien las cosas se solucionan por sí solas, o bien nadie se acuerda de la lata, o bien de tanto chutarla se acaba perdiendo. El problema es que normalmente los problemas no se solucionan solos y aplazarlos indefinidamente acaba generando la madre de todos los problemas. Y la lata te acaba cayendo a la cabeza. Por el canto que corta.

Ahora mismo Catalunya no tiene presidente. Y el Barça tampoco. No son situaciones comparables, y más en la actual situación, pero son síntomas de lo mismo, del fenómeno de la patada palante. Estamos donde estamos porque venimos de donde venimos. En el primer caso la responsabilidad inicial es de la Junta Electoral, un eslabón más en la estructura de este Madrit-Estado que decidió poner en marcha la máquina de ahogar JuntsxCat y le cortó todas las salidas de emergencia para forzar una nueva situación. Pero la administración de la crisis posterior la hicieron con la calculadora partidista en la mano. Total, que cuando en Catalunya haría más falta un Gobierno con más proyecto y más fuerza que nunca, resulta que seguiremos cuatro meses más sobreviviendo con un ejecutivo con más agujeros que los pantalones tejanos de una adolescente. Porque las cosas no se hicieron cuando era necesario.

La cosa, pero, todavía es más grave porque no tenemos una ley electoral. Hace décadas que no han encontrado un momento para pactar una. Lo vas dejando y cuando te das cuenta ya han pasado cuarenta años. Una vez estuvieron a punto. Era al mediodía y lo tenían todo pactado. Decidieron parar para comer y firmar por la tarde. Lamentablemente a alguien se le atravesó el cortado y todo saltó por los aires. Y como aquí nunca pasa nada y si pasa, no pasa nada, otra cosa que quedó empantanada. Como tantas otras. En una montaña de confusión que no para de crecer. Y cada vez más gente tiene la sensación de que todo es un inmenso decorado de cartón piedra lleno de polvo y al que se lo están comiendo los ácaros.

A can Barça el mal viene del intento desesperado por salvar unos muebles que ellos solitos ya se habían depositado en el punto verde esperando ser convertidos en serrín. ¿Y, ahora qué tenemos? ¿Que, qué tenemos? Un club con una situación económica crítica, una parte deportiva que se pende de un hilo, decisiones importantes que quedan congeladas y un futuro incierto que todavía seguirá durando unos cuantos meses. Si todo lo hubieran hecho cuando tocaba, ahora ya estaría resuelto y se empezarían a construir posibles soluciones. Pero cada vez más las instituciones importan menos e importa más el yo y el yo. Y finalmente el yo. Como decía mi abuelo, y mierda para el que quede. Y como que nadie se acuerda del causante de todo...

Al final, los motivos que justifican los aplazamientos de hoy son lo de menos. La cuestión es que el tacticismo que todo lo contamina, junto con la repetidamente citada patada a la lata, es quien nos gobierna. Y cuando no sucede nada grave, pues mire mala suerte pero nadie se hace daño. En la actual situación, lo encuentro temerario. Y, sobre todo, una falta de respeto.