Ahora le diré un nombre: Manel Pousa. ¿Qué, no le suena mucho? ¿O quizás nada? Pero si le digo "Pare Manel", existe un 90% de probabilidades que sepa de quién le hablo. Efectivamente, Manel Pousa era el Pare Manel, que murió en BCN este jueves. Nunca he sido cura, pero imagino que una de las cosas más sensacionales que te pueden pasar cuando lo eres es que tus feligreses y miles de personas, que no entran ni entrarán nunca en una iglesia ni para ver los tapices de dentro, te conozcan por tu nombre de pila. Sobre todo cuando tienes un nombre tan común como Manel y haces una cosa tan poco mediática como ayudar a los pobres. Sí, porque hay pobres. PO-BRES.

El Pare Manel nunca hablaba de lo que hacía. Lo hacía y punto. Cuando lo conocí, cosa de la cual tuvieron culpa Carles Flavià y Pepe Rubianes, yo sabía que hacía de todo menos misa, que también, pero pasó tiempo hasta que conocí la dimensión real de su trabajo. Y no me la explicó él, sino los otros dos. Y cuando me decían "pues hace eso y va allí...", se les notaba una admiración y un respeto como no se los vi nunca con nadie más.

Nunca se dio importancia. Estaba ayudando a centenares de personas a tener la oportunidad de tener una oportunidad y cuando le comentabas cosas y valorabas su trabajo, esbozaba una sonrisa tímida y encogía los hombros. El guionista Josep Maria Bunyol lo retrató perfectamente en un tuit: "En este mundo de egos inflados y alabanzas hipócritas, pocas personalidades públicas rezumaban tanta modestia, sencillez y bondad como el Pare Manel". ¡Exacto! ¡Es que es eso!

Seguramente por la timidez, era hombre de pocas palabras y de observar mucho. Detrás de aquellas gafas que Albert Om ha descrito como "que nunca sabías si estaban empañadas o llenas de huellas". Ahora bien, cuando abría la boca, su discurso era una apisonadora. Cuando cogía la directa, todo lo que expresaba tenía una solidez y una contundencia argumental tan bestia que entonces quien decidía callar para siempre eras tú. Y te lo decía con un tono pausado y sin estridencias, pero sin hacerte un sermón. Porque no te quería convencer de nada. Porque el Pare Manel nunca quiso convencer a nadie de nada. Quizás porque su trabajo era suficiente para que te hicieras incondicional de la religión del manelismo.

Y la prueba era conseguir montar cada año "Gánate el cielo con el pare Manel", un espectáculo organizado para recaudar fondos y donde colaboraban, entre otros, Tricicle, Serrat, Manel Fuentes, Xavier Sardà, Estopa, el Mago Pop, Andreu Buenafuente y, claro, Flavià y Rubianes. Y todos actuando por amor al arte. En este caso en el de la solidaridad. Y por amor al Pare Manel.

Pero el gran espectáculo era ver el trío al completo en la intimidad. Una comida con ellos era un festival. Pepe y Flavià disparándole pullas sin descanso sobre su infinita bondad como sólo se las puedes disparar a alguien que quieres mucho y que admiras todavía más. Flavià, que había ejercido de cura pero que no era excura porque, como él argumentaba, "Sólo me puede echar Dios, y no me ha dicho nada", siempre le soltaba: "Tú no crees en Dios, es Dios quien cree en ti". Y Pepe se lo miraba y le soltaba: "Coño, Manel, es que hasta me vienen ganas de creer en Dios".

Un día le pregunté al Pare Manel si era consciente de que mucha gente lo quería y lo admiraba. Hoy me habría gustado que hubiera visto la calidad de personas que sin conocerlo personalmente, se han entristecido por su muerte. La mayoría gente que, como decía al principio, nunca entrará en una iglesia pero que se apuntan al "Con más curas como el Pare Manel o Dom Pedro Casaldàliga, la Iglesia católica iría mucho mejor".

Lamentablemente, la curia piensa muy diferente. Y por eso a sus iconos mediáticos se les conoce como "Rouco Varela" o "el obispo Cañizares" y nunca serán el "Padre Antonio María" ni "Don Antonio".