Aquí los debates pasan a una velocidad comparable a la del correcaminos (bip, bip). El del espacio público ya ni lo recordamos. Y fue hace cuatro días.

La actitud de una minoría de exaltados, en algunos casos encapuchados, y que actuaban formando comandos, ha conseguido sacar el color amarillo de las calles. Parece, pues, que se han acabado las performances amarillas. El amarillo ha muerto.

¿Recordemos el debate? El espacio público es de todos y si hay elementos que ofenden a una parte de la gente, se tienen que quitar. Y si la ausencia de estos elementos ofende a una parte mayoritaria de la sociedad (un 80% según una encuesta de La Vanguardia), estas personas se aguantan. Porque prima la violencia de quien saca a la voluntad de quien pone.

Pero, como acostumbra a pasar con los argumentos que tienden a ser delgaditos, llega un día que chocan con su versión en negativo, o sea, con su propia contradicción. Y entonces aquel argumento que parecía brillante pasa a ser una ocurrencia creada para justificar una imposición que realmente es una censura.

Pregunta. ¿La selección española de fútbol genera un consenso total y absoluto? No. Hay muchos catalanes que son unos grandes aficionados al equipo de Hierro y desean que gane el Mundial y muchos otros que lo rechazan tanto que quieren que pierdan incluso en los entrenamientos jugando contra sí mismos.

Eso provoca que muchos catalanes se reúnan en los bares para animar la selección y otros vayan para animar, sí, pero a la selección rival. Sea Botsuana, Islas Feroe o Raticulín. Hasta aquí nada que no suceda en un Barça-Madrid, un Barça-Español, un Nàstic-Reus o un Terrassa-Sabadell.

Pero los partidos españolistas aprovechan estos acontecimientos para exigir la instalación de pantallas gigantes en la calle. Pusieron una en el primer partido de España y si este domingo eliminan Rusia, pondrán otra para seguir los cuartos de final. Y no, no se trata de fútbol, naturalmente, sino de nacionalizar españolísticamente el espacio público y aprovechar los éxitos del deporte para hacer política. ¿Sabe aquello de no mezclar política y deporte?

¿Por qué lazos amarillos no y pantallas sí? ¿Si la selección ofende a mucha gente, por qué ella sí que puede ocupar el espacio público? Y le diré más, ¿cómo es que ni tan sólo se plantea el debate sobre la presencia o no de pantallas gigantes transmitiendo fútbol en el espacio público? Ojp, por mucho que quien lo organice sea una entidad que aparenta ser privada y apolítica.

Y la pregunta del millón: ¿por qué esta vez Ciutadans no está detrás de la instalación de las pantallas y ha dejado el PP solo en la demanda? ¿Quizás porque no ve futuro en un equipo que ha sido destruido por Florentino, el rey del IBEX?