La han convertido en la mirada de moda. Cualquier expresión de disidencia o manifestación de protesta acaba con gente muy ofendida contra quien expresa lo que considera conveniente expresar porque, por supuesto, tiene todo el derecho hacerlo. Y la discrepancia queda resumida por los ofendidos con el concepto "miradas de odio". Y detrás suyo siempre va el sufijo "violencia".

A los que perciben estas miradas de odio de los otros hacia ellos, pobrecitos que mire que somos buenas personas, los llamaremos los "noensuciesmiespaciopúblicoquememolestasdesgraciado". Sí, el nombre es largo, lo sé, pero explica muy bien lo que sería la cosa.

El fenómeno de la mirada de odio con mucha violencia es relativamente nuevo. No hace tanto que la gente no miraba nunca con odio. O para ser más concretos, es reciente eso de que los ofendidos permanentes vayan por el mundo diciendo que los miran con odio. Seguramente el origen es comparable al del cambio climático. El clima está yendo a peor por efecto de los humanos y se ve que las miradas de los humanos también están cambiando hacia el odio. Por lo tanto estaríamos hablando de un cambio odiático.

¿Ejemplo? Mire, uno de este fin de semana mismo. Y de fuera de Catalunya para que no se me quejen los susceptibles (y las susceptibles):

A ver, que te griten no es agradable. ¿Es mejor que te aplaudan? Hombre (y mujer), sí. Hace más gracia y vuelves a casa creyéndote que eres alguien. Pero que la gente proteste no es odio. Ni violencia. Y en el caso que nos ocupa es un legítimo derecho a la protesta de unas personas cuando pasan por delante suyo otras personas. Y en el vídeo queda claro que no es cierto nada de lo que se afirma en el tuit.

Pero un día alguien usó el delito de odio para hacer callar a quien molestaba. Y lo usó prostituyendo absolutamente el espíritu de la ley porque en el siglo en que vivimos la ley es una goma de pollo que se estira a conveniencia. Y detrás suyo vino que ahora cualquier indocumentado puede aparecer diciendo que ha visto caras de odio. Sí, y las caras de Vélmez. Y las siete caras de un dado, no te fastidia...

Después, las caras de odio fueron perfectas para construir el discurso que ahora se lleva en política: quien piensa diferente a ti ya no es rival sino enemigo. Y al enemigo hay que odiarlo. Y la mejor manera de hacerlo es inocularte que es el enemigo quien te odia a ti porque el enemigo es muy malo y muy violento y sólo te quiere hacer daño. Claro, ante esta situación, ¿tú qué haces? Reafirmarte en tu posición porque te sientes atacado y a partir de aquí no pensar que "los tuyos" quizás no tienen toda la razón. ¿Cómo pueden no tener la razón si les ataca gente mala que odia y es violenta?

Y así conseguimos una simpática carambola: acabar con los disidentes externos y con la autocrítica interna.