El domingo por la noche recibí un mensaje de una amiga en el que me hacía la siguiente pregunta: "¿No escribirás nada sobre el Obispo de Solsona?". Mi respuesta —inmediata— fue: "No. No tengo nada que decir". Y es que, efectivamente no tengo nada que decir. Xavier Novell, ahora ya obispo emérito de Solsona, ha tomado una decisión personal y, ¿quién soy para juzgarlo, para criticarlo o para censurarlo? Era obispo, se ha enamorado y tenía que escoger. Y ha escogido el amor. Lo único que puedo decirle es que, como a todas las personas contra las cuales no tengo nada personal, le deseo que sea muy feliz y que no se haya equivocado en su elección. Y nada más. Porque todo el mundo tiene que poder elegir cuál quiere que sea su vida y, ante eso —creo—, lo que debe hacer el resto es callar y respetarlo. Porque todo el mundo sabe lo suyo y los otros no tienen que meter sus narices en ello.

Pero después, pensando, sí que tengo una cosa a decir. Y, precisamente, tiene que ver con mi postura de no tener nada que decir. Servidor de usted respeta escrupulosamente el derecho de Xavier Novell a tomar las decisiones que afectan a su vida personal. Y le diré más, entendiendo que este es un caso que lo tiene todo para repasarlo de arriba a abajo, —empezando porque quien hace pública la verdad sobre su misteriosa renuncia es un medio digital religioso del cual nadie sabía nada hasta ayer y al que ahora le ha estallado el servidor, y acabando en que ahora todo el mundo se apunta a decir que si el obispo está mal de la cabeza o que si tiene el demonio dentro— tampoco me apuntaré al linchamiento de alguien que, supongo, lo debe estar pasando mal. Ahora bien, ¿mientras él fue reverendo y obispo, respetó las decisiones de los demás? Y aquí sí que tengo cosas que decir. No solo de él, sino de su gremio.

El ahora obispo emérito se ha pasado la vida juzgando a los otros. Se ha metido en la vida y en la moral de personas a quienes ni siquiera conocía. Ha criticado muy duramente modelos de familia que ahora él reproduce y es probable que, en hacerlo, haya provocado situaciones personales complicadas en personas realmente creyentes que, como ahora ha hecho él, ante decisiones no sencillas también han escogido el amor. Amor a una persona divorciada o a una persona de su mismo sexo.

El ahora obispo emérito dijo en una Glosa Dominical: "Me pregunto si el fenómeno creciente de la confusión en la orientación sexual de muchos chicos adolescentes no se debe a que en la cultura occidental la figura del padre estaría simbólicamente ausente, desviada, desvanecida, hasta la virilidad estaría cuestionada". Cuando lo dijo, ¿él qué sabía de las causas por las que a una persona le atraen las personas de su mismo sexo? Es que ni siquiera hace falta que exista "una causa". Le atraen y punto. Y quien sufre la confusión es quien no lo entiende. Pero es que su respuesta al pollo que se organizó por estas palabras fue pedir perdón a quién se hubiera podido ofender —un clásico de la disculpa que no es tal— con un "seguiré presentando sin miedo la visión cristiana sobre la persona y las consecuencias morales que se derivan". Que traducido quiere decir: "seguiré siendo yo quien os diga cómo debe ser vuestra moral". Lo peor fue cuando fue más allá y empezó a organizar "terapias de conversión para los homosexuales", unas prácticas que "curan" la "enfermedad". Y lo hacen de tal manera que la angustia y la presión que sufren algunos de los participantes derivan en grandes depresiones y casos de suicidio.

Pero el obispo Novell, que también ha sido contrario al uso del condón, dijo del aborto que "es el genocidio más grave y terrible de nuestra humanidad" comparándolo con los muertos por la covid: "Cuando leemos que ya hemos llegado a estas cifras tan altas de víctimas, nos horrorizamos. ¡Hipócritas! ¡Pero si eso es lo que provocamos cada año a causa del egoísmo que brota del corazón herido de esta generación sin amor!".

¡Amor! ¡Hablaba de amor! ¿Y ahora que él ha tomado una decisión muy difícil y complicada justamente por amor, qué cree que habría opinado Xavier Novell obispo del Xavier Novell enamorado de una divorciada? ¿Habría tenido consigo mismo esta caridad cristiana que demasiado a menudo la Iglesia manifiesta hacia sí misma, pero de la cual no es nada practicante con el prójimo?