Pues sí, al final se ha hecho justicia. Y, como que la verdad (y la inocencia) siempre acaba prosperando, ha sucedido lo que tenía que pasar. Reconozco, sin embargo, que el resultado final ha sido una sorpresa (total) y que la incertidumbre ha durado hasta el último minuto.

Y no porque la convicción de la inocencia no fuera firme, que lo era, pero siempre que entras en un juzgado, nunca sabes que pasará, sobre todo cuando usted y yo tenemos la certeza cierta (y el convencimiento) de que la justicia es igual para todo el mundo. ¡O más!

Y también le reconoceré que me reconfortó sobremanera que durante el juicio, el fiscal viera la luz de la verdad revelada y adoptara el papel de defensor. Lo que no entiendo es porque entonces, directamente, no optaron por suspender el juicio y acabar con la farsa. Pero, como muy bien dijo hace unos días el ex número dos de la policía del amigo de Marcelo, últimamente los jueces ya no son lo que eran y pasan por un momento tan garantista que piden pruebas o, como en el caso que nos ocupa, se empeñan en querer juzgar a inocentes, sabiendo que lo son.

Ahora bien, la alegría que la gente de orden tiene cuando al final ha triunfado la justicia, no nos tiene que hacer perder de vista una serie de cuestiones que son criticables. Y mucho.

La primera es el ataque frontal a la institución del emprendedor. Una persona que, por posición y estatus, no necesitaría complicarse la vida, decide iniciar un proyecto muy bonito relacionado con el deporte. Y, cuando con mucho esfuerzo, consigue ponerlo en marcha, crear puestos de trabajo y riqueza, ¿como se lo pagan? Yendo a por él. Por envidia. Por clasismo inverso. Por resentimiento. La gente es muy mala y mala persona y no soporta las parejas guapas, altas, sanas y felices que tienen niños guapos, altos, sanos y felices.

El segundo es el gran despiste. No es posible que nadie se diera cuenta de que, desde el momento en que se supo que él era medio catalán, había riesgo de delito. Como todo el mundo sabe, los catalanes son violentos, nazis, muy ladrones y han dividido a la sociedad entre delincuentes (la inmensa mayoría) y una minoría de gente honesta, que es la que nos ocupa hoy. Y, conociendo este riesgo, alguien tendría que haber intervenido. Preventivamente. Las instituciones del Estado no pueden correr el riesgo de mezclarse con fascistas que se pasan el día organizando golpes de estado. Y viviendo en Catalunya, este riesgo es extremo. Espero que a partir de ahora se establezca un cordón sanitario que evite situaciones de este tipo.

La tercera es el papel de Manos Limpias en el asunto. Este sindicato, dirigido por una muy buena gente, estuvo años velando por la decencia procesal, personándose en cualquier caso donde fuera posible: 1/ defender la integridad moral y espiritual y 2/ combatir al demonio, en sus diferentes variantes y posibles presentaciones. Y es, justamente, cuando Manos Limpias hace lo que siempre hacía (lo que la gente que supura maledicencia llama chantaje), pero ahora a la monarquía cuando su líder, gran demócrata y mejor persona, acaba en la prisión. ¿Casualidad? Por supuesto. La vida está llena de coincidencias.

Y la cuarta es la victoria de la Catalunya juiciosa, la del "seny", la del abogado de ella, antiguo líder de aquellos catalanes que eran minoría, pero que eran unos catalanes como es debido y no como estos indepes de ahora. La Catalunya juiciosa ha demostrado que todavía hay esperanza de que en esta bonita región levantina triunfe el "seny". El añorado "seny" de la plaza Sant Gregori Taumaturg, del paseo con el perrito por el Turó Parc, del Palau del señor Millet, del tortellet de crema con hojaldre, de las excursiones a Andorra y de los veranos con la barquita en El Port de la Selva, el concierto de clásica en Perelada y el Suquet guisado por un pintoresco pescador local.

¡Ah, por cierto! Ha sido una gran idea no convocar a la prensa en una sala sino en unas escaleras en medio de un portal situado en medio de una calle llena de tráfico. Y también ha estado muy bien que allí mismo haya quedado ya para la historia el concepto "sentencia a devolver".

En definitiva, hoy tenemos la alegría de comprobar que las instituciones funcionan y que podemos confiar en ellas. Como ya confiábamos, pero ahora todavía mucho más. Y no podemos pedir más porque la felicidad es total.