De los autores de "¿Qué, los socios de los clubs de fútbol ya se han dado cuenta de que importan una mierda, tanto a los equipos, como a las ligas, como los esponsors, como las plataformas que emiten los partidos y con la pandemia han visto suficientemente claro que ni siquiera los necesitan para hacer de decorado?", llega a nuestras pantallas: "Pues mira, que el público de los Juegos Olímpicos". Huy sí, ¿qué importante era el público de los JJOO, verdad? Pues mire, tampoco. Y lo han reconfirmado haciendo salir Alejandro Sanz cantando Imagine en la ceremonia de Tokio 2020, que al final son en el 2021.

Aquí lo que importa de verdad son los derechos televisivos, cumplir los compromisos con los patrocinadores y el negocio. Los deportistas son una molestia necesaria. De momento. No falta mucho para que organicen acontecimientos deportivos de masas con vídeojuegos, que visualmente quedan mucho mejor. Pero estos Juegos Olímpicos, donde lo importante es participar... en el negocio que generan, también nos han demostrado otras dos cosas no menores: 1/ Que cualquier país que pasa por ser serio puede organizar una mierda pinchada en un palo que provocaría rubor en un país latino-mediterráneo y 2/ La confirmación que son la competición más no nacionalista del planeta. Y le diré más sobre este punto dos: es la competición perfecta para los "ciudadanos del mundo".

El problema es que no hay nada más nacionalista, rama secta, que alguien autocalificado como no nacionalista ciudadano del mundo. Sucede lo mismo con los populistas, que cuanto más lo son más dicen que quiénes lo son, son los otros. La cosa sería comparable con los que no pillan bistec desde que empezaban a pintar Altamira y que, curiosamente, son los que van por el mundo explicando que en su cama hay tanto mambo que para poder hacer reposición de sábanas no tienen suficiente con tres lavadoras funcionando todo el día con el programa a 40 grados.

Los JJOO son aquella exposición de deportes que desconocías que existían y que te los miras porque resulta que actúa un tipo (o una tipo) de tu país. Y claro no entiendes nada ni sabes de qué va, y desconoces absolutamente cómo se llama quién transita por allí en calzón corto o en mallas, pero estás muy motivado porque está participando uno "de los tuyos". Y, naturalmente, vas muy a favor suyo. Y si tiene una buena actuación pegas un bote del sofá. Pero todavía sucede una cosa mejor. Cuando ya ha actuado el tuyo (o la tuya) allí sigue apareciendo gente. Tampoco tienes ni idea de quien son, pero es que a veces representan a lugares que no puedes ni situar en el mapa. Y están allí, no por qué estén entre los 500 mejores del mundo en aquel deporte, no (digo 500 como por decir una cifra). Están porque destacan en su país y eso les permite estar, pasando por delante de muchos deportistas de más nivel pero que en su país de origen tienen más competencia. Y no, eso no es una crítica sino una realidad que demuestra que noooo, que no es no es una competición nada nacionalista.

Total, que por algún extraño motivo, te enganchas al televisor mirando un deporte que no sabes ni de qué va y con gente que no sabes quien son, pero siempre acabas yendo a favor de alguien. ¿Por qué? Por el no nacionalismo inverso, una expresión apasionante de no nacionalismo consistente en desear que gane alguien de un país que no es el tuyo (y, insisto, que quizás no sabes ni dónde está) porque compite contra alguien de un país que no te cae bien. El país. O sea, no nacionalismo por prejuicio nacionalista propio.

Total. Que sí, que los JJOO son deporte en estado puro y los participantes son la esencia de un espíritu olímpico donde la persona y no su origen es lo que cuenta. Y Alejandro Sanz ha estado muy bien. Y lo del pebetero, espectacular. Sobre todo porque no se ha quemado nadie.