Uno de los temas del día era el aumento exponencial de casos de ataques homófobos. Hace tiempo que muchas personas de lo que denominan "el colectivo" -porque ahora resulta que no somos personas que formamos parte de una comunidad sino que todo el mundo es etiquetado en un colectivo u otro y en su correspondiente sub apartado del sub apartado- explican que cada vez más, y en espacios públicos, reciben miradas de desaprobación si manifiestan algún signo de afecto hacia una persona del mismo sexo. Y, últimamente, este odio ha derivado en agresiones físicas y verbales. La gota definitiva fue el caso denunciado el domingo por un joven de 20 años en el barrio de Malasaña de Madrid. Según su relato, iba hacia su domicilio cuando fue atacado por un grupo de ocho encapuchados que lo golpearon, insultaron, humillaron y, finalmente, le grabaron la palabra "maricón" en el glúteo con un cuchillo.

Pues bien, el Ministerio de l'Interior ha hecho pública esta tarde la siguiente nota: "Gracias al trabajo del Cuerpo Nacional de Policía, el joven que el domingo denunció una agresión en el barrio de Malasaña de Madrid ha decidido rectificar su declaración inicial y ha declarado que las lesiones inicialmente denunciadas fueron consentidas". O sea, aparte del glorioso redactado con la declaración declarada, resulta que la policía empezó a mirarse las cámaras de seguridad de la zona para identificar a los agresores y ni encontró encapuchados ni nadie que hubiera visto encapuchados. Para aclarar la situación, hoy han llamado al denunciante y este ha acabado confesando que las lesiones se las hizo la persona con la que estaba y de mutuo acuerdo. Cuando lo he leído, no sé si me he enfadado más con este imbécil o con las consecuencias que tendremos que soportar por culpa de su incomprensible irresponsabilidad.

En una sociedad cada vez más violenta, más intolerante, más individualista y menos permisiva, este imbécil de Malasaña le ha hecho el peor flaco favor de los posibles a quien realmente sí que sufre agresiones y amenazas homófobas y a los que van por la calle mirando a derecha e izquierda con miedo a sufrir una. Con su falsa denuncia le ha quitado cualquier credibilidad inicial a todas las denuncias reales que se presenten a partir de ahora. Haciendo lo que ha hecho, extiende una sombra de duda hacia todos los hechos que sucedan desde este momento y da munición argumental a quien niegue o banalice la violencia contra el mundo LGTBI. Desde este momento, el día que alguien denuncie haber sufrido una agresión por ser homosexual, a los homófobos (y a las homófobas) les saldrá demasiado barato salir diciendo: "¿Quiere decir que no se lo ha inventado como aquel otro de Malasaña? Seguro que lo ha dicho para llamar la atención".

Hoy empieza una nueva era en que quien sufra una agresión -física o moral- y por el simple hecho de ser homosexual, tendrá que hacer el doble esfuerzo de luchar para superar el momento y para que se lo crean. Gracias, chaval de Malasaña. Contigo empezó todo. Y con este panorama, ¿quiere decir que mucha gente que ahora -por fin- se atrevía a denunciar, no dejará de hacerlo? El efecto que tendrá el comportamiento de este impresentable será el mismo que el que provocan las denuncias falsas por agresión de mujeres contra sus parejas o exparejas. Sí, son un porcentaje prácticamente inexistente, pero hay. Y sirven para descalificar al resto. "Se lo inventan", se oye demasiado a menudo por parte de los que justifican o directamente niegan que exista la violencia de género y que, casualmente, son los mismos que odian a los homosexuales, a los inmigrantes y a los que ellos consideran diferentes.

Encima que eres el discriminado, el que sufre la violencia, a quien desprecian y humillan y te hacen sentir inferior, a partir de ahora resultará que el mentiroso serás tú. Por culpa de un descerebrado de Malasaña.