Pasó ahora hace un mes. De repente, el PP, sin venir a cuento, se sacó del bolsillo aquello de la casilla de la opción lingüística en los impresos de preinscripción escolar para intentar crear dos líneas en razón de lengua.

Tres semanas después, tras calentar la bragueta a los sospechosos habituales y haciendo mucho ruido, la medida ha desaparecido. Absolutamente. Y de la manera más discreta posible. ¿Por qué? Pues hay una constatación, una ironía y una hipótesis política que explicaría por qué el PP decidió meterse en este berenjenal, sabiendo que la derrota estaba garantizada.

La constatación es que el modelo de inmersión lingüística tiene un consenso social tan grande que el PP se ha tenido que comer la idea con patatas. Y, sobre todo, demuestra que con grandes mayorías, las cosas son más sencillas. Y más factibles. Y garantizan victorias.

La hipótesis política que explicaría este movimiento es que el PP buscaba una reacción defensiva de los partidos indepes que desembocara en la formación de un gobierno. Vaya, que ante el ataque a una de las cosas más sagradas, la respuesta catalana sería intentar bloquear la medida con un acuerdo rápido que permitiera combatirla. Y la prueba que demostraría que la hipótesis puede ser cierta es que cuando el Gobierno Rajoy vio que no provocaba inmediatamente el efecto deseado, lo ha dejado estar. Sin más aspavientos.

La ironía, o quizás no tanta, es que el gen catalán de la desunión desaparece momentáneamente cuando nos tocan las narices y tenemos que ir a la contra. Sólo nos ponemos de acuerdo como respuesta a Madrit (concepto). En el momento en que estamos más enfrentados, Madrit (nuevamente concepto) siempre nos ayuda a desencallar las situaciones. A veces pienso que lo hacen a propósito porque si no, con la policía, la justicia y la guerra sucia a favor, todo les sería demasiado fácil.

Los registros del jueves me confirman mi hipótesis política de la cosa. Cierto que detrás de la campaña hay un interés propagandístico consistente en demostrar quién manda aquí. Y cierto que entrar en el Palau de la Generalitat con un detenido, que después fue liberado y posteriormente despedido, es escenificar un escarmiento y una humillación. Pero también es cierto que la reacción buscada, y que algunos políticos catalanes manifestaron en público, era: para evitar estas situaciones hay que tener un gobierno lo más rápido posible.

O sea, el objetivo último de estas supremas estimulaciones de puntos sensibles de nuestro imaginario sería que hubiera un acuerdo rápido aceptando cualquiera de los candidatos que el Gobierno Rajoy permita. Y así evitar elecciones.

Por lo tanto, si Puigdemont y Junts por Catalunya entienden que esta es la estrategia pepera, su respuesta será hacer todo lo contrario. Y eso, evidentemente, quiere decir olvidarse de investir a un presidente (o presidenta) y optar por elecciones. A no ser que delante nuestro tengamos un inmenso caballo de Troya del Estado enredando para hacer creer que quieren un gobierno rápido, esperando que aquí la reacción sea ir a elecciones y que esto sea precisamente lo que pretenden.

Y es que la política es muuuy complicada. Y, además, tendemos a complicarla todavía más.