No insistiré en la cuestión de los datos COVID de Madrid porque en otra pieza de hace un mes ya detallé las cifras del Sistema de Monitorización de la Mortalidad Diaria en España (MoMo), que es la suma de todas las muertes que se contabilizan cada día en el estado. Y analizando todos los números salía que desde el inicio de la pandemia hasta ahora en Madrid ha habido un 34,8% más de muertos que en Catalunya, que ya es uno de los lugares del estado con más exceso de mortandad y muy por encima de la media. El cálculo es sencillo. Coges la estadística de muertos de los últimos años y la correspondiente a la época del virus, los restas y te sale la cifra exacta que denominaremos "la anomalía al alza" de las defunciones. Nunca sabremos las causas que han hecho crecer esta "anormalidad", pero sirve para saber el aumento real de defunciones. Y este resultado, por lógica, tiene que acercarse mucho a la cifra real de muertes por COVID y patologías derivadas. Y, además, por zonas geográficas.

El debate que me interesa de Madrid y esta filosofía de bares y restaurantes abiertos, caiga quien caiga, es el precio que los ciudadanos están dispuestos a pagar por lo que el ayusismo ha denominado "la libertad". Sobre todo porque tiene que ver con una cierta "moralidad social" y con el concepto de vivir en comunidad. Dicho al por mayor y provocadoramente sería preguntar: "¿Oigan, hasta cuántos muertos están dispuestos a asumir a cambio de poder ir a tomar cañas hasta tarde?". Porque al final es eso. Si no se toman las medidas de profilaxis y control necesarias, hay más casos. Más casos quiere decir más hospitalizaciones, más UCIs y, finalmente, más muertos. Pues bien, ¿existe un límite? ¿A partir de cuántas defunciones está dispuesto usted a renunciar a lo que los responsables de impartir ideología neoliberal pasada por la España del trigo denominan "su libertad"? ¿Cincuenta mil, cien mil, medio millón de muertos, un millón?

Y me interesa mucho también observar la perversión del concepto "libertad". La "libertad" ya no tiene el valor de reivindicación contra el poder y contra sus abusos. No, ahora la libertad tiene que ver con el hedonismo. Yo pido libertad para poder disfrutar de mi ocio, con lo cual la idea pierde sus valores colectivos, de solidaridad y de lucha. Detrás de la campaña de los bares abiertos hay una invalidación ideológica de la libertad. La lucha ya no es para tener un mundo mejor sino para tomar una caña. La jugada es buenísima y muy inteligente. Frente el comunismo aburrido que todavía está dando la paliza con asambleas y debates soporíferos en blanco y negro, nosotros somos la libertad de salir a cenar y de disfrutar de la vida en color.

Vender este producto sirve para ir más allá de unas elecciones que son unas "primarias" -las de este martes- y que tendrán un resultado válido por sólo dos años ya que el estatuto madrileño dice que se tiene que votar cada cuatro años, sí o sí. Y este más allá incluye catapultar a Díaz Ayuso de Madrid (comunidad) al cielo de Madrit (concepto). Y con ella, recuperar la filosofía de aquel aznarismo detrás del cual había alguna cosa más que un gobierno circunstancial. Y esta cosa era un modelo social. La pelota está en el tejado de los electores madrileños y, dependiendo del resultado, las consecuencias las sufriremos todos. Y todas.