El sur. Siempre el sur. El sur, siempre pobre, es quien acaba tocándole las narices al norte, siempre rico. El sur, en el caso que nos ocupa el de Madrid, siempre es pobre y siempre es culpable. ¿De qué? Bien, en general de ser pobre, pero en este caso, además, de infectar a la clase alta. Vaya, a los ricos. Y, sobre todo, poderosos. Suerte que les han aislado. A los del sur, claro. Ya lo dijo la presidenta Díaz Ayuso "esa manera suya de vivir". Es que para no saber, los pobres no saben ni vivir. De contaminar sí, pero. Por eso son pobres, naturalmente. Y como son pobres y también son aquello que antes le llamaban "clase obrera", van al norte a trabajar. En metro. Pero ahora no son obreros. De obreros ya no quedan.

Los del sur van al norte porque como dijo aquel "es la economía, estúpido." Sí, cuando suben quizás contaminan a la gente de orden, pero alguien tiene que trabajar, ¿no? Total, que los del sur ahora se dedican a la logística. O sea, transportan la comida y después la ponen en los estantes de las tiendas. Y también se dedican a los servicios de asistencia. O sea, limpian las casas de los ricos, cuidan de sus hijos y les cambian los pañales a los abuelos. ¿O qué? ¿Pretenden que los ricos se limpien sus propias cacas y paseen los Borjas de turno como si fueran Miss Daisy, de casa hasta el curso para saber distinguir las corbatas de Zara de las que valen 200€?

El virus que no entendía de fronteras ahora resulta que sí. Y como habla (el virus) ha convocado una rueda de prensa sin preguntas para decir: "si no les importa, yo voy pasando hacia el sur. Me encantan los pobres". Y por eso los del norte han tenido que trazar una frontera imaginaria. Porque el norte siempre acaba poniendo vallas o construyendo muros para huir del sur. Pero ha aparecido Salvador Illa, el hombre tranquilo, el hombre hecho a base de bolsitas de tila, el hombre que a su lado Albert Pla es un Obélix que de pequeño cayó en una marmita de anfetaminas enriquecidas que estaba en medio de la pista de un after situado en un polígono industrial que no sale ni en el google maps.

Y sostiene el ministro que quizás en el norte también tendrían que tomar medidas. Aunque fuera alguna. Nada, como para evitar el desastre que está viniendo. Y la portavoz del norte, Isabel Díaz Ayuso, le ha contestado "sube aquí arriba que verás Móstoles". Pero, reconozcámoslo, su coherencia es total y absoluta. La de ella. Si hasta ahora la gestión ha sido pésima, mejor seguir por el mismo camino, ¿no? De derrota en derrota hasta el cataclismo final. Como El Lute, aquel del "Camina o revienta". Pues en este caso, que reviente. Todo. ¿Para qué rectificar, verdad?

Porque, como decía Nicolau Casaus "pasar, pasar, nunca pasa nada. Y si pasa, no pasa nada". Porque a según quién nunca les pasa nada. En contraste con los que siempre nos pasa todo. Y más. Y si llegara un día que no hubiera más remedio que hacer lo que habría que estar haciendo ahora, que ya se habría tenido que hacer hace un mes, la culpa de la situación será del sur. Como siempre. Y si la cosa se complicara mucho de mucho, siempre hay las banderas que les sobraron de la cumbre mundial entre España y Madrid del Norte que tantos buenos frutos ha dado. Nadie sabe cuáles, pero son magníficos. Porque quien se envuelve con las banderas siempre son los otros.

O sea, que no, ninguna nueva medida para el norte, donde va a parar. Y aquella sensación que en el fondo a todo el mundo ya le va bien que sea así. A los que mandan en el Madrid del Norte para contentar a los suyos, a quienes eso de las mascarillas y las restricciones les molesta mucho. Porque dice que son liberales. Pero si Adam Smith levantara la cabeza, se guillotinaría a sí mismo para no ver cómo han prostituido la palabra. Y a los que ahora mandan en Madrit (concepto) también les va bien porque esperan que Ayuso se estrelle y poder recoger sus trocitos en una moción de censura que les dé el poder en la Capital Federal de "Somos España dentro de España".

Porque estamos hablando de poder, no de virus. Y todavía menos de la vida de la gente que vive en el sur.