Lo comentábamos con un compañero periodista con quién hemos compartido muchas manis, muchos momentos históricos que ya se veía que no lo eran cuando estaban sucediendo y muchos momentos históricos pssse-pssse, pero que nunca en nuestra vida habríamos imaginado ver. Y decíamos: "Mira que hemos visto cosas, pero un centro de Madrid con miles de esteladas, eso sí que no lo veremos nunca más". Y entonces nos hemos mirado y hemos dicho: "Bien, en principio".

Y es que ya no estamos en condiciones de asegurar nada. O sí. Bueno, una por la que sí puedo poner la mano en el fuego es que Madrid nos ha acogido con indiferencia. Me ha dado la impresión de que éramos astronautas llegando con una inmensa nave a Marte, llevando a cabo la misión y una vez cumplida marchándonos del lugar sin que los marcianos se hayan dado ni cuenta de la visita. Efectivamente, Madrid se ha llenado de indepes catalanes pero Madrid no estaba. Ni para bien, ni para mal. Sencillamente no ha venido. Vaya, como con el juicio. No les interesamos. Y no es una crítica, es una constatación.

A la hora de comer, el barrio de Malasaña, tan céntrico como popular, lleno de restaurantes y tiendas, estaba a reventar de gente disfrutando de una primavera adelantada. Pero todos eran autóctonos. Allí, catalanes ni uno. Periodistas, sí. Uno. He entrado en un bar de la plaza del Dos de Mayo y en una mesa estaba Hilario Pino Pino. El bar estaba bien, pero solo había patatas rubias y olivas. Así que me he marchado. Bajando por la calle de Fuencarral me he cruzado con la alcaldesa de Girona, Marta Madrenas, que estaba esperando. A medida que llegaba a la Gran Vía, ya veía más color amarillo y mucha estelada, pero no en el restaurante donde me he detenido a comer. Había unas 35 mesas, pero ninguna con manifestantes. La música de ambiente era reguetón. A lo mejor era eso. La única bufanda identificativa la llevaba una niña y era del Real Madrid. La bufanda. Y supongo que la niña también.

A las 4 de la tarde en la zona de Cibeles ya había más esteladas que gente. Y la normalidad era total. El entretenimiento era tomarse selfies con la fuente de Cibeles de fondo. Una señora le decía a una amiga: "¿Crees que seremos bastantes?". Y la amiga le ha respondido: "Hombre, esto no es un 11 de Septiembre".

Los periodistas nos hemos podido situar en un espacio delante de lo que después ha sido la cabecera de la mani, y también nos esperábamos. Como la mayoría de la gente. Claro, si todos hemos venido con tiempo, ¿qué querían que hiciéramos? Pues a coger sitio. ¿Dónde? Pues en esa zona, debajo de unos árboles de los que caían como una especie de pequeñas esporas o polen de color... ¡AMARILLO!

En las 17.20 (uiiii, por seis minutos no ha sido a las 17.14) ha llegado al perímetro de seguridad el president Torra. Y no ha venido solo. Aparte de varios consellers y los Mossos de su escolta, han aparecido un montón de señores con unos brazos como mi cabeza y que portaban unos brazaletes naranjas. Eran miembros del CNP que, cogidos de las manos, han establecido dos cordones de seguridad dentro del perímetro de seguridad de los voluntarios y de los Mossos. El problema ha sido doble: no habían avisado a los responsables de los Mossos y no conocían a nadie, con lo que ha sido complicado que la jefa de prensa del president, Anna Figuera, pudiera hacer su trabajo. Básicamente porque no la dejaban pasar al sitio donde estaba el president.

Pero este no era el único servicio de orden. En el espacio situado entre la prensa y las cuatro furgonetas del CNP que iban delante de todo de la mani, había unos individuos, la mayoría vestidos de negro, con un brazalete amarillo. ¿Sabe quiénes eran? Venga, se lo explico al final de la crónica.

Los diputados, alcaldes, autoridades diversas e invitados accedían a la zona por el lado del edificio de la Bolsa, o sea, subiendo a mano derecha. De los que han pasado por allí le destaco al president Artur Mas, que ha explicado que había venido desde BCN en coche... pero la mayor parte del trayecto conduciendo un amigo. Para eso están, ¿no?

Finalmente, la mani ha arrancado a las 18.06. Los gritos más escuchados en aquella zona han sido "1 octubre, ni olvido ni perdón, Este juicio es una farsa" y "Hemos venido a despedirnos". Y mientras la gente cantaba, yo miraba a los del brazalete amarillo e intentaba imaginar qué debían de estar pensando. Pero no se lo he preguntado. Por si acaso o porque quizás no era el lugar ni el día. Además estaban muy atareados.

A las 18.28 la cabecera ha llegado delante del escenario donde se ha celebrado un acto presentado por la periodista de Público Patrícia López y en que ha habido parlamentos, música y un minuto de silencio por las víctimas del atentado de Nueva Zelanda. Cerca de la zona de prensa, en una zona de paso por donde circulaba gente de fuera de la mani se ha oído un sonoro "Viva España".

Antes de todo eso, por las pantallas gigantes nos han pasado una selección de las declaraciones más contundentes de los presos políticos durante el juicio, pero como había también preguntas e imágenes de los tres fiscales, ¿sabe qué ha pasado? Ni se lo imagina... Pues sí, que la gente les ha silbado.

Por cierto, hablando del juicio, toda la zona de la plaza donde se halla el Supremo estaba cerrada al público y solo estaba abierto el acceso para que los vecinos llevaran sus perros al pipican situado al lado de la Audiencia Nacional.

El acto se ha acabado sin novedad, la gente se ha marchado tranquilamente hacia los autobuses, los trenes, los coches o los hoteles. Eso sí, antes alguien le ha puesto una estelada a la Cibeles, algo que creo que también tardaremos en volver a ver.

¡Ah, por cierto! No, no me he olvidado. Los que iban de negro con unos brazaletes amarillos eran independentistas castellanos. Unos chicos muy simpáticos. Sobre todo si están a tu favor...