¿Es posible que la sentencia absolutoria del mayor Trapero sea una victoria para los que urdieron el montaje que desembocó en un juicio-farsa digno del Bombero Torero? Naturalmente. Sucediera lo que hubiera sucedido ellos (y ellas) siempre ganaban. Si lo condenaban es evidente que era una victoria por 10-0, pero esta gran derrota judicial sin paliativos de hoy, a pesar del voto particular de quien en Madrit (concepto) conocen como Maria Dolores de Cospegel, se produce cuando el objetivo del montaje político-policial-mediático ya estaba conseguido. Por lo tanto, también es un 1 en su particular quiniela.

En el relato del deloscobismo, Trapero era una triple pieza de caza mayor. Era aquel cabrón que, sin menester los "servicios" del Estado, afrontó los atentados de BCN y Cambrils, los resolvió con un gran éxito y controló el relato. También era aquel policía que el 1-O optó por aplicar métodos democráticos y modernos frente el sistema garbancero, violento, de odio y de escarmiento del deloscobismo. La proporcionalidad frente el pormisgüebos. Y, sobre todo, era la pieza del engranaje que hacía falta para vestir el discurso de la violencia que justificaba las condenas a los miembros del Gobierno Puigdemont-Junqueras. En la ficción del Supremo, Trapero era el ejército necesario para cerrar el círculo argumental que sostenía la mentira. Y el deloscobismo consiguió abatir la pieza.

El mayor Trapero ha sido insultado y humillado por políticos y gente que se hace llamar periodista. Y también por fuego amigo, claro, que en eso somos expertos. Pero toda esta gente han hecho una cosa peor: dudar de su profesionalidad e impedir que la sociedad catalana tuviera la oportunidad de poder seguir contando con sus servicios. Por lo tanto, todos ellos (y ellas) han ganado, aunque ahora pierdan. Porque una vez vacías el tubo de la pasta de dientes, nunca más nada vuelve a ser igual.

Y lo han hecho sin importarles todo lo que se llevaban por delante, incluida la credibilidad y la imagen de su justicia y de su policía. Porque es que realmente les importan una autentica mierda. Su única preocupación es su estatus particular, seguir mamando y mandando y que les quede una pensión solucionadita para mirarse el mundo desde Torrevella, Alacant, mientras por la mañana salen a comprar el pan a la gasolinera.

Y ahora usted me dirá: ¿Oiga, pero si Trapero y la cúpula de la conselleria de Interior es inocente porque hizo lo que era menester y así lo dice explícitamente la sentencia, ¿qué hace el conseller Quim Forn en prisión? Y yo le responderé que si la Mesa del Parlament ha sido condenada a una inhabilitación, ¿qué hace en la prisión la presidenta de aquella Mesa, Carme Forcadell? ¿Y si los Mossos actuaron adecuadamente y de manera proporcionada ante una situación de protesta no violenta, que hacen Jordi Cuixart y Jordi Sánchez? ¿Y si Emérito I está huido para expiar sus actividades delictivas, que hace en el exilio Valtònyc? Y si quiere continúo con el resto de aquel gobierno; con Tamara Carrasco, absuelta de la acusación de ser una peligrosa terrorista y de Adri Carrasco que por el mismo caso continúa exiliado; con Sandro Rosell y Joan Besolí, que estuvieron dos años en prisión por la puta cara y acabo con los otros 2.800 represaliados, según cifras de Òmnium.

Una parte del Estado enloqueció y ha llevado España a las puertas de ser un estado fallido. Y solo le faltaba la COVID. Pero tanto a los autores intelectuales como a los materiales de este despropósito no les pasará nada. Han ganado. Porque se ha salido con la suya. Porque los malos de verdad sólo pierden del todo en las películas.