Hoy ejercicio de perspicacia político-judicial. Le explicaré una historia sobre nacionalismo legal de un estado europeo que busca la impunidad para imponer arbitrariamente su injusticia dentro de sus fronteras. Usted tiene que adivinar de qué país le hablo.

Se trata de un gobierno que mantiene discrepancias con la UE sobre su soberanía judicial y la de sus tribunales. Este país considera que su (muy) particular aplicación de la ley en los asuntos internos está (muy) por encima de la legislación comunitaria y que Europa no es nadie para decirle qué decisiones tiene que tomar. Considera que no lo afectan las sentencias de los Tribunales de Justicia de la Unión Europea y que su manera de resolver las cuestiones relacionadas con los derechos y las libertades no está sujeta a enmienda por ninguna jurisdicción superior. También defiende que decisiones como su particular gestión del gobierno de los jueces son internas y no pueden ser cuestionadas por la UE porque "atacan la estabilidad de su sistema legal".

Pues bien, ante esta situación, el estado europeo en cuestión presentó un recurso ante su propio Tribunal Constitucional. O sea, consideró que la decisión sobre la legalidad o no de las decisiones de la Unión Europea corresponde a su justicia. Es como si yo asesino a alguien delante de un cuartel de los Mossos esquina con el Tribunal Superior de Justicia y decido que tengo que ser yo quien dictamine o no mi culpabilidad. ¡SEN-SA-CI-O-NAL! Y, ¿sabe cuál ha sido el dictamen? Ni se lo imagina. ¡Efectivamente! El TC de este estado europeo dice que hay artículos del Tratado de la UE que "son inconstitucionales", que "las leyes europeas no están por encima de las nacionales" y que como la constitución de este estado "tiene preeminencia sobre las leyes europeas" declara su "desvinculación judicial" de la legislación europea. Y aquí es cuando le manifiesto que usar el SEN-SA-CI-O-NAL no sólo se queda extremadamente corto sino que en ninguna lengua -ni del mundo, ni de la galaxia entera- existe una expresión para definir la pachorra, el morro, la desvergüenza, la jeta y la caradura de estos personajes.

Y aquí es cuando entra usted. Me tiene que decir de qué estado de la UE cree que le he estado hablando. Quien considera que puede haber hecho esto en la Europa de finales del primer cuarto del siglo XXI. Qué país puede pensar que a estas alturas de la historia las cosas se resuelven de esta manera, imponiendo su pintoresca manera de impartir el derecho por encima de las leyes democráticas. Va, le daré una pista. No, no es España. Noooo, es que ya le he visto venir. Que ya nos conocemos. No, no, le estoy hablando de... Polonia. Sí, ya sé que podría parecer que no, pero sí.

Se ve que hay estados de la UE que pasan por democráticos que consideran que la mejor manera de destruir a los discrepantes, a los disidentes, a los que no piensan "cómo toca", vaya, a los enemigos, es inventándose las leyes y aplicándolas como les sale de las gónadas togadas, propiamente dichas. Y cuando son censurados por tribunales donde sí que aplican el derecho y no el capricho, entonces estos son los malos. Pero, ¿sabe por qué sucede esto? Bien, aparte que la UE ha pasado de ser una unión de estados a ser un gallinero total y una broma sin proyecto. Pues sucede porque la europeización sólo ha sido económica. Puedes ir a cualquier país europeo con euros, pero no con justicia. Europa es vista como un cajero automático sin final y los estados quieren el dinero, pero no los deberes. Envíeme fondos y "que nos dejen actuar" como una Turquía cualquiera.

Y esto también sucede en el resto del planeta. La globalización ha sido económica, del mercado. No de las libertades, ni de la justicia ni de la democracia. Y así nos va, que de repente aparece una Polonia cualquiera, aunque en la cabeza usted y yo tengamos otros ejemplos, y se inventa la ley. Y se la aplica a conveniencia. Y dice que quien lo hace son los otros. Ah, y siempre con sumo agrado.