El estado es aquello que puede hacer que usted esté ahora mismo su casa, oiga unos golpes en la puerta de entrada y, de repente, se encuentre a 35 guardias civiles con chalecos antibalas que lo apuntan a usted y a su familia con unas armas muy grandes y que provocan mucho dolor. El estado es usted detenido y trasladado a la Audiencia Nacional para ser interrogado con una amabilidad que ni se la imagina acusado de... ¿pongamos terrorismo? ¿O le va bien rebelión? ¿Quizás sedición? Como ve el menú degustación es variadito y de temporada.

El estado es su nombre y su foto en la portada de varios medios de comunicación y en los informativos de las televisiones asociado a explosivos, colocación de bombas o vaya a saber qué. Y dentro de un mes. O tres. O los que sean, resultará que no hay pruebas contra usted y lo dejarán libre. Pero el estado ya habrá hecho su trabajo. ¿Qué trabajo? Bien, el que el estado ha decidido que había que hacer y en nombre de lo que el estado considera que hay que hacer. Y, sabe por qué sabemos que el estado es eso y hace eso? Porque lo hemos visto delante de nuestras narices.

Los estados actúan atendiendo una cosa llamada "las razones de estado". Hacerlo de una manera o de otra depende de sus intereses. ¿Qué intereses? Bien, los del estado, que por eso son suyos y no nuestros. ¿Y, quien toma las decisiones que ejecuta el estado? Vaya, pues el estado. ¿Y, quien es el estado? Esta es la gran pregunta. Lo que es seguro es que no lo somos ni usted ni yo.

Este lunes empieza en Londres el juicio de extradición contra Julian Assange. Los Estados Unidos lo acusan de 18 delitos que comportan un total 170 años de prisión. Pero entre una cosa y otra ya hace 9 años que este símbolo de la libertad de prensa está encerrado entre cuatro paredes. Están los 8 años que estuvo en la embajada ecuatoriana en la capital británica y el año que lleva en la prisión de Belmarsh.

Han sido nueve años de recibir una fuertísima presión psicológica que tenía como objetivo destruirlo y de esta manera poder presentarlo ante la opinión pública mundial como un desequilibrado que no sabe lo que hace. Más de nueve años que empezaron cuando Assange filtró los famosos documentos conocidos como Wikileaks. Wikileaks o el apasionante debate sobre si alguien con acceso a las pruebas que demuestran que un estado ha iniciado una guerra usando mentiras y falsedades, tiene que hacerlas públicas. Caiga quien caiga.

Naturalmente los estados "bien-pensantes" defienden que Assange es un traidor que tiene que pagar su osadía de poner en peligro la seguridad... La del estado. O sea, la suya de ellos. Los millares de muertos causados por la decisión de un estado que empezó una guerra en nombre de unos difusos intereses particulares seguramente piensan diferente. Pero después existen las opiniones públicas de los llamados países "libres", que no tengo muy claro qué países son, pero que para resumir serían aquellos donde hechos como los que he descrito al inicio de esta pieza, suceden, pero menos que en otros países denominados dictaduras y cuando suceden, no pasa nada, pero al menos sabemos que pasan. 

¿El estado tiene que poder seguir haciendo lo que quiera, como siempre ha hecho, y nosotros recibir las consecuencias, callar y obedecer, como siempre hemos hecho? ¿O bien en los países "libres", donde la información circula libremente, tenemos que exigirle a esta cosa que existe pero que no sabemos quien es y que denominamos estado, al menos hacer ver que está de parte del estado, pero el de derecho?

Julian Assange es el ejemplo de que en este siglo XXI cualquiera puede tener acceso a los secretos más secretos y más feos de un estado y hacerlos públicos para que todos (y todas) veamos que son muy y muy feos. Y demuestra que eso incomoda y molesta a los estados, incluidos los que controlan países que pasan por ser plenamente democráticos. Por lo tanto, puestos a tener que escoger un bando, al menos de Assange sabemos quien es y por qué hizo lo que hizo.