Si ya era imposible juzgar de una manera desapasionada a Jordi Pujol AD (de Antes de la Deixa), imagíneselo ahora. El pujolismo más fielmente incondicional competía (y compite) con el antipujolismo más radicalmente convencido. Y viceversa. Esta sí que es la autentica Catalunya dividida. El país donde el padre de un amigo mío que cuando el expresidente hizo pública la famosa carta reconociendo que tenía "un fondo ubicado en el extranjero" quedó completamente destrozado anímicamente porque aquel hombre que había sido su referente ético lo había engañado... pero que con el tiempo lo perdona y lo justifica. Y donde un compañero que servidor tenía en la redacción de un medio público de comunicación de este país, cuando Pujol ganó sus últimas elecciones, cogió un rollo de papel de WC, lo desenrolló y con un bolígrafo azul marcó 365 rectángulos. Volvió a enrollarlo y cada día, cuando llegaba, arrancaba uno mientras decía: "Ya falta un día menos para que este tipo se vaya". Tenía previsto hacerlo con 4 rollos, pero lo dejó correr a la mitad del primero.

Seguramente lo que explica esta polarización y lo que pasó después es el caso Banca Catalana, que lo convirtió en un mártir ante una cierta Catalunya y un corrupto ante la otra. Y, más allá de la famosa cuenta en Andorra. aún hoy estamos así. El problema, pero, es que ya hace 17 años que Pujol no es presidente. O sea, los catalanes (y las catalanas) que ahora tienen de 40 para abajo saben de él porque han oído hablar o bien a los unos o bien a los otros y, sobre todo, porque se han hartado de oír batallitas de los muchos periodistas que lo han conocido y lo han tratado. Pues bien, dedicado a ellos, más que una opinión, que estos días das una patada el suelo y te salen 300, ¿qué tal un resumen? La versión corta sería: Pujol se inventó el catalanismo de la Catalunya postfranquista, ofreció autoestima a un país que venía de una derrota y la posterior oscuridad e hizo creer a los catalanes que el país era mucho más de lo que era en realidad. Y ahora vamos a la versión larga.

Hombre de fuertes convicciones religiosas, precisamente fue en una asociación de jóvenes católicos donde conoció a su mujer, Marta Ferrusola, la explicación de muchas cosas y quien siempre había dicho que nunca se casaría con un hombre bajito ni con un médico. Y Pujol es las dos cosas, aunque de médico no ha ejercido nunca. Él dice que para suerte de sus posibles pacientes. Por los conocidos como Hechos del Palau fue detenido por el régimen de Franco, torturado, juzgado, encarcelado y desterrado a Girona. Eso le dio una gran autoridad moral en una oposición al régimen controlada por las izquierdas más radicales. A mediados de los años 70 del siglo pasado fundó Convergència Democràtica de Catalunya (CDC), un partido que ideológicamente tenía un poquito de democristiano, un poquito de liberal, un poquito de socialdemócrata y nada de marxismo. Un partido que Pujol creó después de años de recorrer todo el país, observar qué quería votar la clase media y crearle un producto hecho a medida.

Austero y estadista sin Estado, gobernó con mayoría relativa el año 1980, con mayoría absoluta de 1984 a 1996 y nuevamente con mayoría relativa de 1996 a diciembre del 2003 y con el apoyo del PP. Gran aficionado a las siestas y a la montaña, convocó las elecciones de 1999 por sorpresa desde la cumbre del Aneto, para hacer callar a los que decían que ya tenía una edad.

Su filosofía política y de vida se resume con la frase "San Pancracio, dadnos salud y trabajo". Este fue el título de un artículo publicado el 12 de diciembre de 1979 en La Vanguardia y que, según él explica siempre, le hizo ganar contra pronóstico las elecciones de 1980 ante un PSC que ya se veía vencedor sin bajar del autocar y que nunca digirió la derrota. Lo argumentó en el Debate de Política General del 3 de octubre del 2001, dirigiéndose a ese PSC: "No ganamos por nuestro programa político, porque ustedes los socialistas lo tenían tan bueno como el nuestro, y más brillante, y más potente, y más cautivador. Pero nosotros dijimos: ahora tenemos que volver a lo que ha hecho grande a este país, que es la moral del esfuerzo, la moral del trabajo y la moral de responsabilidad".

Durante años explicó que lo que le preocupaba de verdad era la última línea de su biografía en la Enciclopèdia Catalana. "Porque en el último momento lo puedes estropear todo". Y él lo estropeó. Cuando el Estado decidió poner en marcha la Operación Catalunya, sacó del cajón todo lo que tenía contra Pujol, para debilitar el movimiento indepe y avisar al resto. Y él creyó que confesando "la Deixa", quedaría todo resuelto. Y no. Tampoco le ayudó nada la particular manera de hacer negocios de alguno de sus 7 hijos.

El ejemplo de moralidad, el hombre que había paseado aquel San Pancracio por el país y que había dictado las normas morales a los catalanes, al final les había fallado. Con palabras suyas, expresadas en el despachito que un amigo le deja en la zona de la izquierda del Eixample de BCN: "No estoy contento de mí. Me siento un impostor. Me equivoqué haciendo de predicador moral". De aquella confesión ya han pasado seis años y parece que hayan pasado sesenta. En este tiempo Pujol ha intentado preservar su obra, que él ejemplariza en esta sanidad que todavía hoy se califica como modélica y de la cual él se siente el ideólogo y el constructor.

El 27 de septiembre del 2014 compareció ante la comisión de Asuntos Institucionales del Parlament para dar explicaciones sobre "la Deixa". Aquel día dijo aquello de "Si vas cortando la rama de un árbol, al final cae una rama y todos los nidos que hay, hasta que cae el árbol entero". Eso provocó que aun ahora haya mucha gente que le pida que "tire de la manta" del régimen del 78. Y él, en aquel despacho que parece el de un notario de pueblo de los años 60, que consta de un pequeño recibidor, dos salitas donde justo cabe una mesa y otra sala mayor con una mesa de reuniones donde caben seis personas un poquito apretadas, dice que no tiene ninguna manta. Que no tiene las informaciones que algunos le atribuyen. Y que aquel día "la gente entendió una cosa que quizás dije para ser pretencioso y que no tendría que haber dicho porque no es cierta". Definitivamente, la última línea de su biografía no será la que él tenía prevista.