La muerte del futbolista José Antonio Reyes en accidente de tráfico ha abierto uno de aquellos debates que podríamos calificar de poliédrico. Aunque la palabra, usada para definir debates, es mejorable. Parte de la culpa de la polémica la tiene este tuit de Santiago Cañizares, exportero profesional del Celta, el Real Madrid y la Valencia, y que ha abierto muchos ojos:

Canizares

Es difícil estar más de acuerdo con una opinión. Efectivamente, conducir a más de 200 por hora es totalmente censurable. Y que esta imprudencia acabe con la muerte del conductor y de otras personas no es como para convertir el causante del accidente en ningún héroe. Eso no quiere decir que no sea lamentable la muerte de este imprudente y censurable que alguien se alegre. Pero a partir de aquí la cosa se complica.

La cuestión es que el muerto es famoso. Y para muchas personas es un ídolo. Y eso complica aplicarle a la cosa el sentido común. Para bien y para mal. Sus fans dirán que merece todos los honores y que no viene a cuento recordar cómo ha sido su muerte. La gente a quien el personaje ni le iba ni le venía defenderá que mejor evitar convertir en símbolo alguien que no puede ser un buen ejemplo para el común de la sociedad. Y un servidor, que se sitúa en este segundo supuesto, ahora hablará en primera persona y se hará autocrítica.

Cuando he sabido las circunstancias del accidente y he visto las reacciones de los aficionados más fervorosos he pensado: "oigan, que este tipo iba además de 200 por hora y podía haber matado nosecuanta gente. Que no es Teresa de Calcuta...". Y a continuación me han venido en la cabeza otros deportistas que han muerto en otros accidentes. Y he pensado en Urruti. El Urruti t'estimo del maestro Puyal. Cómo queríamos a Urruti, ¿verdad? Y murió de madrugada en la Ronda de Dalt de BCN en un brutal accidente causado por la alta velocidad a la que circulaba y, quizás también, la somnolencia. Y no por eso dejamos de amarlo. Y no se lo tuvimos en cuenta. Porque era de los nuestros. ¿Y a Reyes si que se lo tenemos en cuenta porque no lo es? Y entonces he recordado los amigos y amigas muertos en accidente de tráfico. Algunos por azares increíbles, pero otros por culpa de imprudencias evidentes.

Y he hecho memoria recordando momentos en que yo he cometido imprudencias tan manifiestas que ahora estoy aquí como podría no estar. En coche, en moto, en bicicleta y a pie. Autenticas barbaridades que no se excusan por aquello del "oh, es que era joven" y que hacen que pueda decirme con toda rotundidad: ¿quién soy yo para censurar nada a nadie?

Naturalmente que tenemos que recordar siempre que conducir es un acto más importante de lo que parece, sobre todo por los riesgos que conlleva. Y que hay que hacerlo con prudencia, sin haber consumido ningún producto que nos pueda afectar la capacidad para hacerlo lo más correctamente posible. Claro, que sí. Pero no nos pongamos muy estupendos porque en este tema todos (y todas) tenemos cosa que callar.