Hoy me ha sucedido una cosa extraordinaria. A primera hora he visto colas de gente comprando rosas y libros. Y me ha venido a la cabeza como acabó una conversación que tuve hace unos días con una persona: "Gracias para escucharme", me dijo. ¿Y por qué me ha venido en la cabeza esta frase? Porque he pensado en los destinatarios (y destinatarias) de aquellos presentes 100% santjordienses. Pero, sobre todo, en quién hoy no ha tenido ni rosa ni libro. Personas sin otras personas que las escuchen. Porque la rosa y el libro son una metáfora del compartir. Y escuchar a los otros es la mejor manera de compartir. Porque implica generosidad, interés y respeto. Pero a continuación he pensado en quién ha recibido rosas y libros como para empapelar la AP7, pero a quien tampoco las escuchará nadie. Aquello de la soledad en medio de una humanidad llena de gente.

Porque es que la mayoría de conversaciones que tenemos con los otros son dos monólogos que se van superponiendo. Vamos por el mundo con el "he venido a hablar de mi libro". Y los libros de los otros nos interesan más bien poco. Por no hablar de aquellos (o aquellas) que cuando tú abres la boca para decir buenos días, ya te han explicado como se tiene que decir buenos días, como ha sido su buen día, la buena tarde, la buena noche y la feliz Navidad. Nos interesamos mucho a nosotros mismos, pero en general nos interesan muy poco los otros. Y aunque fuera para aprender un poquito, estaría bien oir qué sienten los demás. Porque todo el mundo tiene una cosa interesante a explicar. Aparte que escuchar es compartir y compartir es convivir. Al final, vivir en sociedad es permitir que los otros se expresen y te atraiga lo que pueden decirte.

Total, que con las imágenes vistas he acabado tuiteando: 'Buen San Jordi a todo el mundo. Regalad rosas, libros, amor, amistad, solidaridad y, si tenéis un momento, preguntadle a alguien "¿cómo estás?". Y dedicad un rato a oír qué os dice'. Vaya, como si servido fuera un Paulo Coelho de oferta en un bazar chino. Pero, ¿sabe qué ha sucedido? Pues que he recibido un montón de mensajes preguntándome cómo estoy. Lo más maravilloso ha sido que muchos de los mensajes eran de personas de quien hacía mucho tiempo que no sabía nada. En consecuencia ahora tengo un montón de cafés y de comidas pendientes con personas con quienes hemos quedado para preguntarnos como estamos. Y para ponernos al día. Y, espero, pagarán ellos.

Pero no se vaya, porque ahora viene el mejor de todo. Uno de los mensajes era de Candela. Un mensaje de voz donde me enviaba un beso muy fuerte. Candela es la hija de un pedazo de animal a quien quiero mucho y es una mujer muy especial. A base de mucho esfuerzo y mucho amor de sus padres y de su hermano encontró una escuela donde está muy feliz, aprende muchas cosas y no la hacen sentir diferente. En un mundo donde todavía ahora ponemos etiquetas a la gente entre normales y "los que no lo son", ¿defíname "ser normal", por favor? Pues eso.

Hace poco Candela cumplió los 18 años y pudo votar. Y le hizo mucha ilusión. A ver, quizás no tanta como cuando se hizo una foto con Joan Dausà, pero son dos acontecimientos poco comparables, ¿verdad? O cómo cuando va a ver a su médico y a su equipo para pasar las visitas tan rutinarias como necesarias y cada vez le demuestran que la quieren mucho. ¿Y sabe por qué Candela sabe que aquellos médicos lo quieren? Porque se la escuchan. Porque les interesa mucho todo el que les tiene que decir. Porque si aguzan el oído, eso beneficiará la salud y el bienestar de Candela.

Cuando esta mañana, y de una manera inesperada, me han empezado a preguntar cómo estaba, servidor de usted estaba fantástico. Gracias a Candela, hoy iré a dormir sabiendo que siempre puedes estar mejor de lo que pensabas. Y que conseguirlo es tan sencillo como oir lo que te tiene que decir alguien.