Recuerdo la primera vez que oí hablar de la estrategia diseñada por el Tribunal Constitucional (TC) de cara a ralentizar y torpedear el proceso para poder recurrir el caso de los presos políticos al Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH). Fue durante una rueda de prensa de sus abogados en el Colegio de Periodistas de Barcelona. Hablo de memoria, y por lo tanto disculpas si me equivoco, pero creo que fue Jordi Pina quien dijo "en toda mi vida, el Tribunal Constitucional nunca me había admitido tantos recursos como ahora". Y, con ironía, añadió: "Caramba qué suerte estamos teniendo porque nos los aceptan todos". Seguidamente, tanto él como el resto de letrados, explicaron en que consistía la cosa. La cosa que ahora hemos confirmado oficialmente de fondos extraoficiales de dentro del TC.

Admitiendo todos los recursos presentados, paso necesario para seguir después el recorrido hasta el TEDH, lo que hizo el TC fue quedarse el caso mientras duraba el juicio y se publicaba la sentencia. De esta manera la justicia europea no tenía acceso a desmontar la parodia del Tribunal Supremo porque estaba bloqueada en la instancia inferior a la suya. Y, sí, sí, es muy importante que ellos mismos reconozcan lo que ya sabíamos, pero es que ya lo sabíamos. Lo realmente importante es que alguien de dentro lo haya filtrado a la Agencia Europa Press.

La única manera de acabar con este estado judicial, policial y administrativo paralelo es que alguien lo dinamite desde dentro. ¿Por qué? Porque ellos (y ellas), los de dentro, son quien tiene toda la información. Y, sobre todo, las pruebas y la autoridad. De la misma manera que alguien, algún día, decidió acabar con la mafia de Manos Limpias, impune durante años, o desmontó las actividades del comisario Villarejo, quizás alguien pone fin a este entramado donde se mezcla el Supremo, el TC, la Audiencia Nacional, el Tribunal de Cuentas, la Junta Electoral Central, Manolo el del Bombo y el que toca la pandereta en la tuna de la Facultad de Veterinaria d'Astorga.

Visto lo visto, tendrá que ser la figura del arrepentido (o de la arrepentida) quien, como sucede con la mafia, decida "cantar". Y, cuando lo haga, su testimonio sirva para limpiar las instituciones. Una opción es que alguien honrado, que hay por todas partes, un día se canse de cómo algunos están desprestigiando las instituciones del Estado y decida salvarlas, aunque eso ponga en riesgo su situación personal (y quizás la de su familia). O quizás sucede una cosa menos épica y más humana. Alguien a quien le prometieron alguna cosa que después no han cumplido, se vengue poniendo en marcha el ventilador.

Durante todo el Procés hemos aprendido a no esperar nada de nadie, pero a veces en la vida pasa como la letra de Pedro Navaja, la canción de Ruben Blades: "La vida té da sorpresas, sorpresas té da la vida, ay Dios".