Casualidades casuales que suceden en esta simpática democracia española. Resulta que coincide en el tiempo que 1/ la sala segunda del Tribunal Supremo cierra el sumario de la causa especial 20907/2017 por el referéndum del 1-O y se acerca el juicio, con 2/ la aparición cada vez más frecuente en Madrit (concepto) de voces defendiendo que en octubre del año pasado aquí no hubo violencia y, por lo tanto, de rebelión, nada de nada.

Ahora. Un año después de que nueve personas están en prisión por la decisión desproporcionada, alegal y prevaricadora de un juez político que obedecía órdenes de una trama organizada ejecutando una estrategia preconcebida.

Ahora, cuando hay que aprobar unos presupuestos, unos cuantos se han dado cuenta de lo que hace un año se dieron cuenta cerca de dos millones y medio catalanes y algunos centenares de miles de españoles que no fueron aplastados por la propaganda goebbelsiana de la RTVE en manos del PP y la de las dos grandes cadenas privadas de TV en manos de hooligans defensores de su pesebre.

Ahora, cuando el estado de derecho ha sido vulnerado, pisoteado y humillado en nombre de la unidad de España. Ahora, cuando ya todo el mundo tiene claro que de lo que se trataba aquí era del "Antes Arabia Saudí que rota".

Ahora, cuando para proteger sus privilegios, porque esto va de mantener su status, porque no se trata de la defensa de ninguna patria, porque su única patria son sus intereses particulares, han puesto en riesgo la imagen y el prestigio de las instituciones. De sus instituciones. Pero eso les resbala. Les da igual que una gran mayoría de los catalanes y muchos españoles hayan dejado de confiar en la monarquía, en la justicia, en las fuerzas de seguridad, en las grandes empresas y en los medios de comunicación.

Ahora, que han preferido quedar con el culo al aire y mostrar las vergüenzas antes que correr el riesgo de tener que ceder, aunque fuera una mínima parte del chiringuito

Ahora que hay que aprobar unos presupuestos es cuando Pedro Sánchez le dice a Pablo Casado que basta ya de decir esta barbaridad que nos hemos tenido que comer un año, día tras día, hora tras hora.

Ahora, justamente ahora, es cuando le dice que basta de ir diciendo que aquí hubo un golpe de estado porque un golpe de estado es una cosa demasiado grave como para despacharla como si el argumentario político se decidiera en una taberna de borrachos.

Ahora, que hace un año que nueve personas están en prisión y siete en el exilio, descubren que hace un año están frivolizando con la realidad. Dos millones de personas votando nunca será un golpe de estado. ¡NUNCA! Ni aquí ni en la China Popular. Pero unos presupuestos lo han cambiado todo. ¿O quizás los presupuestos son la excusa para intentar encontrar una solución al entramado organizado por el estado que hay dentro del Estado y que ha ido demasiado lejos?

Ahora, gracias a unos presupuestos, hemos asistido al momento en que el Presidente reñía al jefe de la oposición y este se iba haciendo pequeño. Hemos visto como con un par de gritos de Sánchez, el pitufo consentido iba empequeñeciéndose en su escaño. Él, los suyos y sus amigos de Ciudadanos y VOX, acompañados a la percusión por la prensa amiga, esa pandilla de niñatos malcridados, han estado un año llamándonos golpistas (y otras cosas muchos peores). Impunemente. Y ahora, cuando alguien con necesidad de aprobar unos presupuestos les para los pies, van y con la boquita pequeñina dicen que no, que no era un golpe de estado sino un "golpe al estado".

No, si con un par de collejas más, al final acabarán diciendo que no somos nazis, ni esto es la Alemania de los años 30, ni marcamos las casas de los "disidentes", ni vamos apaleando policías, ni humillamos los catalanes que se expresan en castellano, ni marginamos a los niños que hablan castellano a las escuelas, ni somos 3 millones de lobotomizados por TV3.

Es la magia de los presupuestos.