En España hay muchos expertos en fracturología catalana que enmudecen cuando se trata de hablar de la fractura española. Sí, España, ese estado europeo que prefiere repetir elecciones las veces que haga falta antes que ponerse a pactar gobiernos de más de un partido. Claro, como unas elecciones generales son baratas y sólo cuestan en torno a los 190 millones de euros, allí todo el mundo con la boca cerradita, porque aquí sólo cuestan dinero "las embajadas" de los catalanes. Nada, que la demagogia va barata.

Total, que aquello del "roja antes que rota" funciona según qué días. Y los días excluidos son cuando la cosa va de gobiernos. Y eso incluye a los propios partidarios de la España roja, que están inmersos en la política adolescente del...

―¡Cuelga tú!

―¡No, tú!

―¡Tú primero!

―Cuando cuelgues tú, cuelgo yo...

Y a quien dice "cuelga" dice "pacta". Y es así como hoy han quedado inaugurados dos meses de campaña electoral. De tediosa y pastosa campaña electoral que estará llena de reproches y descalificaciones. Sólo de pensarlo me entra una bostecera que me llega a La Jonquera.

Porque en septiembre, ni investidura ni mandangas. Sánchez y sus asesores han optado por jugar sin cesar a la ruleta demoscópica hasta que les salga el número que quieren. Como que de momento les ha salido bien... Pero no hace falta que le recuerde que en todos los juegos de azar, la banca siempre gana. Y es lo que les ha dicho hoy Gabriel Rufián, disfrazado de Rufián i Lleida, en un discurso que ha estado muy bien: Vigilen, que la suerte tiene rachas. Y las rachas se acaban. Y cuando eres un ludópata de la demoscopia tienes que saber cuándo levantarte de la mesa de juego porque en un momento lo puedes perder todo. Y si no, que se lo pregunten a Mariano sé fuerte.

Es evidente que a Pedro Sánchez ni se le ha pasado por la cabeza pactar con Unidas Podemos. En ningún momento. Y me temo que a los de Iglesias tampoco mucho. Han mareado la perdiz con el cuelga tú, no cuelga tú, pero cuando dos quieren pactar de verdad, el tema no viene de un ministerio. Ni de dos. Si quieren pactar, pactan y después ya lo encontraremos. Fíjese como fue en Andalucía.

Disculpe la comparación, pero esto de los pactos funciona como cuando dos (o tres, o cuatro, o más) quieren restregarse con alegría. Si les apetece, quedan para cenar, o para ir a la playa, o para ir a pasar el día no-sé-dónde. Y primero quedan y después se ponen de acuerdo en el restaurante, en la playa o por dónde pasear. Si lo primero que hacen es mirar las agendas y yo hoy no puedo, mañana tengo podólogo y pasado mañana tengo que pasear el perro, mal. Y si después de un mes encuentran un día pero se ponen a discutir si mejor un italiano, un japonés, uno de arroces o uno de cocina inglesa y, además, escogen este último es que realmente no quieren restregarse.

Pues eso es lo que ha hecho el señor Pedro. Sánchez. Ahora bien, nos lo ha envuelto todo con los carteles electorales de su campaña electoral del otoño. Y se le notaba demasiado. Sí, directamente en otoño porque en septiembre volveremos a estar igual que ahora. Porque el PSOE sólo suma con Unidas Podemos y el PSOE no quiere sumar con Unidas Podemos. Bien, quizás sí que ellos querrían, pero el primo del Ibexsol no se lo lo permite.

Y no se lo permite porque ellos son quienes pagan las dos facturas. La de la fractura electoral y la de la unidad indivisible de la patria, que en el caso que nos ocupa son complementarias.