La polémica sobre las esteladas en el espacio público (que no en los edificios públicos) me ha recordado aquel argumento según el cual la independencia "convertiría en extranjeros a muchos catalanes en su propia tierra". ¿Lo analizamos?

Bien, en primer lugar sería imposible que estos ciudadanos que sienten eso fueran extranjeros porque serían catalanes, como lo son ahora. Como, evidentemente, serían catalanes todos habitantes de la república. Y siendo ciudadanos de pleno derecho, como no puede ser de otra manera, tendrían exactamente los mismos derechos que el resto de ciudadanos. Por lo tanto, desde el punto de vista legal y administrativo sería imposible que ningún catalán fuera extranjero en Catalunya, como ningún español es extranjero en España. Vamos ahora al punto de vista sentimental.

Alguien puede decir: "yo es que me siento plenamente español y en una Catalunya independiente me sentiría como un extranjero". Perfecto, que este "alguien" se sintiera de esta manera no quiere decir que lo fuera. Sería su sentimiento, pero no sería la realidad. Y esta es la cuestión.

De la misma manera que en una república catalana habría personas que se sentirían extranjeras (que no quiere decir que lo fueran), en esta España actual hay muchos catalanes que no se sienten españoles y, por lo tanto, se sienten extranjeros en una Catalunya que forma parte de España.

¿Cuál de los dos sentimientos es más importante? Si hablamos de sentimientos, ¿los dos, no? Porque no hay sentimientos individuales que estén por encima de los del vecino.

La cuestión es que detrás de la expresión "la independencia convertiría en extranjeros a muchos catalanes en su propia tierra" hay un sentimiento de negación del otro. "Yo me siento español y lo quiero seguir siendo". Perfecto, nadie le niega este sentimiento. También hay mucha gente que vive en Londres y se siente española. O en Moscú. O en el Polo Norte. Y hay gente que vive en Sabadell y se siente polaca. O en Cubelles y se siente albano-kosovar. Y no van por el mundo diciendo: "Oh, es que a mí me niegan el sentimiento de pertenencia". Son lo que se sienten.

Por lo tanto, el concepto "Catalunya no tiene derecho a ser independiente porque mi sentimiento de pertenencia está por encima del de los otros" tiene el mismo valor que el concepto "Catalunya tiene que ser independiente porque mi sentimiento de pertenencia está por encima del de los otros". Exactamente igual. Lo que tendríamos que aclarar es por qué el primero se plantea como un argumento, el segundo no y por qué existe este marco mental dominador.

Pues con las esteladas en el espacio público, pasa lo mismo. Como con los lazos amarillos. Prevalece un sentimiento sobre otro. A mí una cosa no me gusta y la retiro, pero lo que me gusta a mí se queda porque yo tengo la razón.

Y cuando tú niegas a los otros poder expresar sus sentimientos es porque eres un totalitario. Y lo peor es que no lo sabes. Y además crees que lo es el otro. Terrible.