Un día leemos que Google Home grava conversaciones privadas de los usuarios y posteriormente las analiza. Uno otra día un amigo nos explica que tenía intención de comprarse una percha para la ropa y ahora recibe ofertas de perchas para la ropa incluso cuando abre la nevera de casa. Y el día de más allá resulta que la Liga de Futbol Profesional reconoce que su APP usaba el micrófono y la ubicación de los usuarios para espiar qué bares emitían los partidos de fútbol de manera pirata. Total, que el mundo digital es una especie de gran comisario Villarejo que todo lo graba y después todo lo vende. Y nosotros somos la mercancía.

Y en plena fiebre Gran Hermano (pero el de verdad) la red se inunda de fotografías de personas famosas y no tan famosas con la cara que tendrán cuando sean viejos. ¿Qué ha pasado? Bien, el planeta ha enloquecido con una APP gratuita en la cual tú pones una foto tuya (o de quien quieras) y te sale la cara que tendrás cuando seas viejo. Una APP, por lo tanto, de un solo uso, porque hecha la gracia, adiós interés.

Estamos ante una nueva fiebre que durará tres días, y de la cual en breve nunca sabremos nada más, que me ha generado dos preguntas. La primera es por qué extraño motivo damos permiso masivamente a una empresa que no cumple la normativa europea de protección de datos para que utilice nuestras fotos indefinidamente. Y por qué le cedemos los derechos para que las reproduzcan, modifiquen o publiquen.

Sí, sí, también damos datos e información nuestra cuando pagamos con tarjeta un peaje, en el supermercado o compramos un colchón. O cuando oímos una canción en Spotify, miramos un vídeo en youtube, colgamos una foto en Instagram o damos una opinión en twitter. En el mundo donde nos dicen que somos más libres para hacer lo que queramos y cuando queramos, resulta que es cuando estamos más controlados. Y lo aceptamos. O sea que con esto de las fotos ya no vendrá de un poquito. Pero en esta APP, encuentro que todo es demasiado por la cara. Y ya ve qué juego de palabras más simpático...

Pero la segunda pregunta, y con varias subpreguntas, no es nada tecnológica. Más bien es de cuando todavía vivíamos en los árboles. ¿Por qué ha triunfado tanto esta APP? Y, derivada de esta: ¿Qué impulso humano ha hecho que todo el mundo se haya lanzado a usar una aplicación que permite envejecer nuestra fisonomía? ¿Y, por qué ha existido después la fiebre de enseñarle a todo el mundo la cara que haremos cuando estemos en el asilo (si es que podemos pagárnoslo)?

Y, sobre todo, ¿por qué tenemos tanto interés en mostrar públicamente el resultado de la decisión que ha tomado un programa informático, que sólo nos pone arrugas y que no tiene en cuenta que la edad es alguna cosa más que eso?

Quizás la respuesta la tendremos cuando con 85 años, si llegamos, observemos que alguien está ingresando mucho dinero con la imagen que teníamos cuando éramos más jóvenes y que cedimos amablemente.