Los antivacunas han perdido la guerra gracias a la codicia de los corruptos de esta España donde das una patada al suelo y te salen decenas de vacunados que han usado su poder para saltarse todos los protocolos. Y como sucede siempre que hablamos de corrupción, PP y PSOE -los dos partidos más afectados-, en vez de detenerlo de raíz se dedican a denunciarse los unos a los otros. Es "el y tú más" de las vacunas. Lo que nos faltaba

Salvador Macip, profesor del departamento de Biología Molecular en la universidad de Leicester y sabio en general, decía ayer en twitter -con otras palabras a las mías, naturalmente- que esta inesperada fiebre de corrupción vacunil es la mejor propaganda para que la gente pierda el miedo a pincharse el remedio. La gente que dudaba lo ve y piensa "si estos que tienen poder se matan para vacunarse, señal que debe ser bueno".

Total que, si no me he descontado, de momento son 29 a los políticos que cuando la última semana han visto la jeringa se han lanzado a ella en plancha haciendo un Greg Louganis. A destacar el caso del Consejero de Salud de Murcia, quien no sólo coló también a su señora esposa, sino a 400 personas más, aunque algunas fuentes hablan de 866. Es aquel señor que cuando lo hicieron dimitir dijo que "una parte de la sociedad" no le había entendido. No menos apasionante es el fenómeno del consejero de Sanidad de Ceuta, Javier Guerrero, con una excusa tan patética, tan lamentable, tan de insulto a la inteligencia... Y que la remata diciendo que... ¡¡¡no le gustan las vacunas!!!

Aquí hay dos cuestiones importantes: se van, sí, pero 1/ sin ningún arrepentimiento y 2/ con la primera dosis de la vacuna en su cuerpo, una situación que plantea la duda de si los castigamos sin la segunda o se la administramos para que, al menos, no se pierde la primera. Mirémonoslo.

Cuestión 1. Ponemos el ejemplo de Miguel Ángel Villarroya, jefe del estado mayor de la Defensa (JEMAD) y uno de los señores que al principio de la pandemia salía en aquellas ruedas de prensa de los uniformados, una situación inaudita que todavía hoy nadie nos ha explicado. A Villaroya lo han hecho dimitir hoy por haberse vacunado cuando no le tocaba. Sí, sí, está muy bien que los Villaroyas existentes se vayan, pero no les tendríamos que permitir dimitir "voluntariamente" como si hicieran ver que se arrepienten, porque no es así. En el comunicado que ha hecho público el hasta hoy JEMAD no considera ningún error haberse saltado todos los protocolos y haber dejado sin vacuna a personas a quien quizás les iba la vida. Pero como la noticia "deteriora la imagen pública del ejército español" y "pone en duda" su honradez, él se va. Ofendidito, como si nos hiciera un favor y, por supuesto, sin pedirnos perdón por haber perpetrado un acto que junta corrupción, abuso de poder y mentira.

Cuestión 2: ¿Qué hacemos con todos estos corruptos que ahora se van a casa con la mitad de la dosis en su cuerpo? ¿Los damos la segunda o no? Si lo hacemos, ya están vacunados, se han salido con la suya y pim-pam. Si no lo hacemos, se pierde la primera dosis. Pero hay una posibilidad que no he visto propuesta en ningún sitio y que encuentro muy justa. Darles la segunda dosis, pero que la paguen. Aunque valga 3€. Para dar un ejemplo moral. Y después, multa. ¿Verdad que por saltarte el confinamiento perimetral o por hacer una fiesta ilegal te sancionan? Pues por vacunarte por la cara, más. Tres mil, seis mil, diez mil, o los euros que sean. Y de propina, ir a ayudar a los hospitales, a que vean de qué va la vida. Y, sobre todo, la muerte. Y para rematarlo, condenados a que cuando les llegue la jubilación sólo puedan cobrar la pensión de jubilación más baja de todas. Porque sólo faltaría que gracias a un acto de corrupción que ha dejado sin vacuna a alguien que lo necesitaba mucho más, esta gentuza envejezca tranquilamente y cayéndoles cada mes una morterada.