Miquel Àngel Estradé es exdiputado y exsenador de Esquerra. Hoy ha publicado un tuit que ha sido una sorpresa muy agradable:

Tuit

Y ahora usted me preguntará: ¿Por qué sorpresa y por qué agradable? Primero por el contenido. Estradé plantea una crítica urbi te orbe, global. No sólo a los "otros", como es habitual, sino también a los "unos". Es una enmienda a la totalidad, cosa que cada vez cuesta más ver. Y leer. Y después porque plantea una reflexión autocrítica, una cosa más difícil que ver jugar a Démbélé.

Efectivamente, al final todo eso del suplicatorio a Laura Borràs ha ido de todo menos de Laura Borràs. JuntsxCat/PDeCAT, Esquerra y la CUP lo han usado para desgastarse a base de reproches de vuelo gallináceo y dejando de lado que estábamos hablando de un sistema de contratos que absolutamente todas (TO-DAS) las administraciones usan. Será más o menos feo pero si nos tocan la manera de hacer contratos de una, hay que tocar la manera de hacer los contratos de todas. Porque si no es así, la cosa apesta a deloscobismo.

Suponiendo que la cuestión que nos ocupa fuera el vaciado del piso de la abuela una vez muerta, cada uno habría entrado a saco para recoger lo que sabía que jodía al otro y no lo que realmente le hacía falta para amueblar su casa. Dicho de otra manera, con la abuela todavía en el tanatorio derribaron la puerta de su casa y se sacaron los ojos para pillar la cómoda, aunque ni les cabía en su casa ni la querían para nada, pero pensando que la querían los otros. Y nadie se ocupó ni de la abuela ni de los objetos que realmente eran de valor.

Pero detrás de la reflexión-observación de Estradé está la realidad del mundo indepe de finales de junio del 2020. Cuando hablas individualmente con gente de los partidos, la mayoría te dice con cara de resignación: "Chico, qué espectáculo estamos ofreciendo". Pero lo siguen ofreciendo. Los partidos indepes ya no hablan de independencia, hablan de elecciones. Y dedican las pocas energías que les quedan a apuñalarse en las redes sociales. Con nombres reales o con trols.

El Estado hizo añicos el independentismo institucional de la misma manera como el Madrid gana últimamente los partidos, o sea aplicándose las reglas en su aire. Y con Marchena controlando el VAR. Y los restos políticos que han quedado en forma de trocitos se dedican a desmenuzarse entre ellos todavía más. Los líderes en prisión e inhabilitados y los de fuera participando en un infinito concurso de Miss y Mister ego, más pendientes de la situación personal individual que de mostrar una mínima generosidad colectiva.

El independentismo está ahora mismo como la iglesia cristiana católica. Los feligreses siguen creyendo en Dios, pero ni van a misa ni hacen caso de lo que les dice la curia. Porque la curia dice cosas que están fuera del mundo real. Vaya, que el Vaticano y los obispos van por una parte y los creyentes indepes, callados y en casa, llevan la procesión por dentro. Y nunca mejor dicho.