Los catalanes hacemos cosas. Y a veces hay alguna que no está mal del todo. Pero una vez las tenemos hechas, procedemos a la ancestral costumbre tan nuestra de cargárnoslas. A veces parece que las construimos precisamente para eso, para después poder hacerlas añicos. Ojo, pero que como son nuestras, sólo podemos destrozarlas nosotros. Que a nadie de fuera se le ocurra decir nada malo de una cosa a la que nosotros le acabamos de hacer un Chernobil-Fukushima. ¿Ejemplo del día? Sant Jordi. Es la festividad perfecta para hacer de catalanes. ¿Cómo?

Vamos por el mundo satisfechos (y satisfechas), y también con un poquito de superioridad moral por haber creado una fiesta que no puede ser más popular, familiar y desclasada; que une amor y literatura; paseo y primavera; distraerse y compartir; cultura y ocio. Vaya, la celebración perfecta en el país perfecto. Y estamos taaaan orgullosos (y orgullosas). Ahora bien, señores (y señoras) no olvidemos que somos catalanes (y catalanas) y que teníamos que encontrarle pegas. Es decir, está muy bien pero que si los autores mediáticos eclipsan a los escritores de verdad, que si las colas para firmar son muy largas, que si las listas de ventas del día ya salen a las 5 de la tarde y eso quiere decir que aquí hay intereses comerciales, que si el centralismo de BCN, que si hemos convertido la festividad en un negocio, que si la fiesta ya no es lo que era, que si siempre llueve, que si siempre hace calor, que si todo está lleno, que si hay un tráfico horroroso, que si qué poco trabajo tiene la gente que puede salir de trabajar para perder el tiempo paseando, que si todos los bares y restaurantes están a tope y no puedes tomar ni un café, que si debería ser fiesta/no, no debería ser fiesta, que si el día antes ya sale la cifra de rosas vendidas, o que si ____________________ (en este espacio usted puede escribir su queja contra la festividad de Sant Jordi).

En este sentido el año pasado fue terrible, porque con el confinamiento ni pudimos celebrar la fiesta ni pudimos encontrarle todos los defectos. O sea, fue una añoranza multiplicada por dos y no pudimos estar en misa (sintiéndonos orgullosos del Sant Jordi) y repicando (cargándonos el Sant Jordi). Este año la gran noticia es que al cóctel amor-odio habitual le podremos añadir la pandemia y sus correspondientes restricciones. Y eso nos desconcierta. ¿Estamos a favor o en contra de los cambios que la COVID ha provocado en la fiesta? ¡¡¡Ay, qué nervios!!!

Pero como que una de las tradiciones del Sant Jordi es explicar una anécdota de nosotros mismos durante una de las festividades del Sant Jordi, porque realmente los importantes somos nosotros y no la fiesta, permítame que cumpla con la costumbre. Pasó hace unos cuantos años, no recuerdo cuántos. Servidor de usted había perpetrado un libro y estaba firmando en El Corte Inglés que hasta no hace mucho estaba al lado de la plaza Francesc Macià de BCN. Bien firmando... vino una señora para que le estampara una firma en un libro de Sergi Pàmies y tres o cuatro despistados más. Total, que a mi izquierda tenía sentado a Jordi Bosch y un poquito más allá había Mario Conde. De pie. Todo el rato. Imperialmente elegante (el señor Conde, Xavi también, pero una americana cruzada confeccionada a medida y gomina como para pintar la Sagrada Família, lo supera todo), pero de pie. Y yo pensaba "fíjate tú que gran táctica, está de pie para que lo vean y así firma más". I con una cara como de superioridad que marcaba el territorio con un "aquí estoy yo".

Finalmente nos explicó que estaba de pie porque no se podía sentar. Por la mañana había resbalado en la ducha del hotel, había caído y se había dado un golpe fuertísimo en el coxis (o rabadilla). La cara era de dolor porque estaba tomando calmantes y esperaba volver a Madrid para hacerse radiografías y saber si lo tenía roto. Tengo que decirle que servidor nunca lo supo. Porque Sant Jordi es como La Cenicienta y a las 12 de la noche desaparece la confianza que aquel día se genera entre los autores, incluído Mario Conde. Suponiendo que a él y a un servidor se nos pueda considerar "autores".