Señoras y señores, con todos ustedes el aparato de propaganda que se está creando para descalificar y ridiculizar la huelga de hambre de los presos políticos. Y es precisamente el concepto presos políticos uno de los orígenes de la cosa. ¿Por qué?

Bien, estos golpistas mentirosos cobardes que se ríen en las fotos y bla, bla, bla no pueden hacer huelgas de hambre. No. En el imaginario popular, las huelgas de hambre solo las hacen personas honorables y con principios. Gente "buena". Y estos son "malos". Muy malos. Por lo tanto, como la huelga de hambre no se la puede definir (de momento) con ninguna descalificación, estos a quienes la acción les ha pillado despistados comprando musgo, sean de derechas, de izquierdas o indepes de sofá y gran superioridad moral, tienen que comerse la palabra. Insisto, de momento y a falta de que alguien la bautice de una manera insultante.

Entonces, ahora de lo que se trata es de despreciar el concepto. Para detener el impacto inicial y crear rápidamente su nicho argumental. Por eso el constitucionalismo del "pormisgüebos" ha optado por ridiculizar la huelga de hambre o bien con fotos comiendo o de comidas, o bien con afirmaciones del tipo "ya les conviene un poquito de huelga, que están gorditos". Se trata de convertir una acción asociada a la lucha política en un esperpento, de despojarla de cualquier épica.

Pero en cierta izquierda catalana muy antigua y muy tópica, instalada todavía en un antipujolismo que no le permite darse cuenta de que estamos acabando el primer cuarto del siglo XXI y que después de Pujol ha habido otros cinco presidents, la huelga tampoco ha gustado. La primera idea que triunfó mucho (entre ellos y ellas) este sábado es que se hace para tapar las huelgas de la semana pasada. El argumento, efectivamente, está a su altura. Este es el nivel y es imposible esperar mucho más de ellos.

Mientrastanto, la izquierda española instalada en el posturismo perpetuo se indignaba con la reacción de muchos indepes ante la suspensión en València de un espectáculo organizado por la revista Mongolia por culpa de las amenazas fascistas.

El argumento indepe para criticar la reacción es que los de Mongolia hicieron mucha bromita con el 155, publicando incluso tuits brindando por su implantación. Entonces se les dijo que la cosa no iba solo de independentismo, sino que había derivado en derechos civiles y Estado de derecho. Ahora, cuando ellos sufren la impunidad del fascismo, buscan la complicidad de quien humillaron, no la encuentran y se ofenden.

Es la misma izquierda que nunca ha abierto la boca cuando en València ha habido decenas de actos boicoteados y violentados por la ultraderecha local. Pero ¿qué les explican a los valencianos sobre boicots fascistas? ¡Pero si pueden llenar mil millones de terabytes de información sobre el tema! ¡O más!

Es la misma izquierda que ha rechazado ofrecer cualquier apoyo al procés porque consideran que es un movimiento burgués y de derechas. Porque la revolución es suya, pero la hacen en un taller de feng-shui. Por si las moscas.

Es la misma izquierda que el año 2006 (sí, sí, hace 12 años) calló cuando el fascismo amenazaba de muerte a Pepe Rubianes y boicoteaba sus espectáculos.

EC Cuando, por las presiones políticas, Rubianes tuvo que estrenar Lorca eran todos en el auditorio que le cedió CCOO (y el sindicato se la jugó), ¿dónde estaban todos estos que ahora reclaman complicidades? Recuerdo como si fuera ahora cuando Pepe me llamó el día de el estreno y me dijo: "Nene, el único que me ha apoyado aquí en Madrid ha sido Mario Gas. El resto, todos callados como muertos. Estoy solo".

¿Sabe lo de "Los extremeños se tocan"? Pues no falta mucho para ver a estos que buscan tanta solidaridad para sí mismos comiéndose un bocadillo de chopped mientras hacen la bromita del "pues yo los veo gorditos".

Ignorando que... ¡es la calidad de la democracia, estúpidos!