En capítulos anteriores...

Las elecciones convocadas en principio para el próximo 14 de febrero no fueron convocadas por nadie sino que la fecha resultante es fruto del mecanismo que se puso en marcha automáticamente después de que la Junta Electoral inhabilitara y expulsara de su cargo al president de la Generalitat por haber colgado una pancarta. Varios expertos, siguiendo criterios médicos y epidemiológicos, elaboraron informes recomendando retrasar las elecciones hasta el 30 de mayo porque desde hace prácticamente un año, y aunque no lo parezca desde el punto de vista electoral, sufrimos una cosa que le llaman SARS-CoV-2, un virus muy contagioso que ha causado 9.159 muertos. O más. O nunca sabremos cuántos.

En el capítulo de ayer...

Un particular y un partido extraparlamentario presentan un recurso ante el Tribunal Superior de Justícia de Catalunya (TSJC) porque consideran que el vicepresident en funciones de president, situación debida a que —como el propio nombre del inédito cargo indica— no hay president —y por eso el vicepresident realiza sus funciones sin serlo—, pues eso, que el vicepresident en funciones de president no puede mover la fecha de las elecciones, ya que esta es una atribución del president y él no lo es. Por lo tanto, no la puede mover nadie. Por lo tanto, estamos en una situación donde el gato de Schrödinger ha quedado tan desbordado, que, comparado con la situación electoral catalana, su famosa paradoja queda como un niño lanzando cien gramos de piulas al lado del castillazo de fuegos artificiales de la toma de posesión de Joe Biden.

En el capítulo de hoy...

De buena mañana, anuncian la inhabilitación del conseller encargado de organizar el proceso electoral conocido anteriormente como "El de Schrödinger" y que ahora ya no tiene nombre porque todavía no se ha creado un concepto para poder definirlo. ¿Y sabe por qué? (por qué lo inhabilitan, no por qué no se ha creado el concepto, que es una cosa totalmente imposible de hacer posible). Pues por haber puesto unas urnas. Otras. Las correspondientes al concepto "votar no siempre es democrático, sobre todo cuando 'otros' votan cosas que no interesan a los de 'siempre'". Total, que las elecciones convocadas para el 30 de mayo y que de momento la justicia obliga a hacerlas el 14 de febrero —o quizás no y ya veremos cuándo lo sabremos—, las acabará de organizar un señor inhabilitado.

Pero cuando estábamos digiriendo esta nueva situación nunca vista, el TSJC nos ha dicho que sí, que adelante con la suspensión de las elecciones y que de momento serán el 14 de febrero, pero que todavía no lo saben seguro. ¿Y cuándo nos lo harán saber? Pues han dicho que "antes del 8 de febrero". ¡¡¡SEN-SA-CI-O-NAL con triple mortal y tirabuzón lateral en escorzo de la vertical puente y chanfaina de orujo!!!

O sea, un tribunal dice que el límite que se ha impuesto a sí mismo para decidir la fecha de unas elecciones es cuatro días antes de acabar la campaña electoral y a seis para votar. Por favor, que por la pista dos entre urgentemente el mamut rosa que lo tenía todo doble, el faquir que comía espadas en llamas pero el arroz hervido le provocaba gases, la asociación de pintores realistas que sostienen el pincel con el esfínter y untado con mantequilla y la señora de la rave de Llinars que, a pesar de pasearse con los pechos al fresco a una temperatura alrededor de cero grados, no pilló ni un triste resfriado.

Y en el capítulo de mañana:

El día 15 de febrero, justo 24 horas después de la jornada electoral, el TSJC anunciará la fecha definitiva de las elecciones, que finalmente será el 31 de abril. De cinco a siete. De la tarde.