Subo la persiana. Verano total. Y hoy era Sant Iu (san Ivo, saint Ivves), patrón de los procuradores y de los notarios. Y en todo el mundo menos aquí, también patrón de los abogados. Porque Sant Iu fue el abogado de los pobres, cosa que hizo que en su tumba se pueda leer: "Sant Iu era bretón, abogado y no ladrón. Cosa admirable para el pueblo". Y le diré más, yo intentaría llevarme bien con este santo porque tiene mucho poder.

Cuando usted vaya al cielo, para intentar ingresar eternamente (cosa que esperamos que sea dentro de una eternidad), en la puerta estará San Pedro que será quien le dirá si pasa o no pasa. Pero él es un puro ejecutor. Es un subordinado. Y, mire, digámoslo ya de una vez: San Pedro no es nadie. Porque justo a su lado, en un lugar discreto, allí en la puerta del cielo, está el amo real de la cosa, san Iu. Y cuando a usted le toque hacer el viaje (qué metáfora más bonita) y se plante allí, san Iu consultará sus notas (lo tiene todo apuntadito en una libretita) y le dirá a Pedro: "Pedro, este sí", o bien "Mira Pedro, este no". Y Pedro, simplemente, lo obedecerá. Y punto. Después no diga que no lo he avisado.

Y ahora examen sorpresa. ¿Si yo le digo "Gracias por quedarte en casa", dónde se imagina que está usted? ¿En casa, no? Claro, si me le agradezco haberse quedado en un lugar, sea en casa o sea en un taller mecánico, quiere decir que usted está en aquel lugar. No tendría sentido que le dijera "Gracias por quedarte en el taller mecánico" mientras usted está haciendo cola en una farmacia para comprar mascarillas. ¿No, verdad? Pues en los paneles informativos de las Rondas de BCN, durante todo esto de la confitamenta sale este mensaje, el de "Gracias por quedarte en casa". Y cada vez que lo veo pienso lo mismo: "Lástima que la gente que se ha quedado en casa no pueda saber que se lo están agradeciendo mucho y sin descanso, porque como que están en casa, no pueden ver el mensaje". Una pena, sí.

Ayer ya le comenté esta sensación que percibo que mezcla optimismo y prudencia. Parece que estamos yendo mejor de lo que nos pensábamos y una de las cosas que más ayuda a que respiramos este ambiente es la progresiva reapertura de las tiendas de nuestro entorno. Muchas, pero, ya no reabrirán. Y la mayoría de las que han vuelto no tienen claro cuál será su futuro. ¿Tienen? ¿Y cómo tendría que ser? Rápido, llamada a mi amigo Marc Bernadich, un joven doctor en creación y gestión de empresas que tiene una paciencia especial para explicarme cosas de este mundo de una manera que incluso yo las entiendo. O al menos hago la cara. Y él me dice...

"La pequeña tienda tiene futuro. Pero te pongo en contexto. Los primeros que desapareceran son los grandes centros comerciales que están en unos polígonos industriales que consumen terreno a cambio de cuatro puestos de trabajo. Y no hace falta que te diga marcas porque todos las tenemos en mente. No tiene sentido vender artículos masivos en lugares masivos, cuando internet te lo lleva en casa. ¿Por qué tengo que coger el coche un día que tenga tiempo, que normalmente será el sábado y eso quiere decir sacármelo del ocio, hacer kilómetros, aparcar, andar y andarr por los pasillos, cargar la compra y volver a casa al cabo de cuatro horas, si aquel mismo objeto lo puedo escoger estirado en el sofá y en 24 horas lo tengo en casa?".

Y entonces me habla del concepto de las "dark kitchen", los restaurantes que sólo tienen cocina. O mejor dicho, son cocinas sin restaurante. Ni sala, ni mesas, ni sillas, ni camareros. "Sólo cocinan para llevar y una flota de repartidores se encarga de traerte la comida a casa. Se ahorran muchos coste fijo y muchos sueldos y pueden rebajar precios y ser competitivos. Quizás sí que este concepto se acabará imponiendo, pero será siempre una comida sin ningún valor añadido. Será comida estándar. Si quieres una comida diferente, que haya platos del día en función de lo que había en el mercado, que te adapten el plato a tu gusto, acompañarlo de un vino que no conocías, o simplemente perder de vista las cuatro paredes de casa y que te sirvan, seguirás yendo al restaurante. Pues el tendero de la esquina tiene que ir por aquí".

Ya, ¿pero esto cómo se hace? Y entonces me lo teoriza. "Por primera vez en la historia se produce una cosa que los modelos teóricos tenían descrita, pero nunca había sido vista hasta ahora y que se denomina La Competencia Perfecta. Las empresas compiten vendiéndonos todas más o menos los mismos productos y los clientes escogemos en función del precio. E internet no permite que estas empresas hagan comportamientos que le llamamos de arbitraje, es decir sacar provecho de la desinformación el cliente". Y aquí es cuando le digo: "Marc, ahora me lo puedes traducir?". Y lo hace: "En internet hay buscadores donde tú vas a por un producto concreto, que tú ya conoces previamente y te dice dónde comprarlo al mejor precio posible. ¡Pero, en todo el mundo! Supongamos unas zapatillas para ir a correr de una marca y de un modelo concreto. En todas partes es el mismo producto, es indiferenciado, pero el buscador te dirá la página web donde está más barato. Y el resto de competidores, entre los cuales las grandes tiendas de los polígonos, no podrán imponer su precio porque tú tienes la información del precio real de mercado. Al final, pues, las empresas que venden producto estandarizado desaparecerán porque son ineficientes. Cogen un producto de un gran centro logístico, lo llevan a su tienda y allí tú lo vas a buscar pagando un precio más caro que en la red. Este paso intermedio no tiene ningún futuro".

¿Ya, pero las si las grandes cadenas mundiales no pueden competir con la Competencia Perfecta, las tiendas de barrio qué pueden hacer? "Asesoramiento personalizado y un producto diferenciado. Tener marcas que no sean fáciles de encontrar, elaboradas por pequeños productores y las cuales, al no ser de consumo masivo, no interesan a l'e-comerce masivo. Para entendernos, un tendero no puede tener ninguna marca que tenga el Carrefour. Tiene que optar por marcas que a los grandes no les interese distribuir porque elaboran tan poco producto que no pueden abastecer ni uno solo de sus supermercados". ¿Pero eso lo pueden hacer solos? "No, tienen que colaborar entre ellos, el pequeño productor tiene que ir a buscarlos y viceversa, y, sobre todo, aprovechar que la gente ha tomado conciencia de la contribución que el pequeño comercio hace a la ciudad y a la sociedad".

Pues apuntado queda. Otro día le preguntaré que haremos de estos monstruos de cemento que en poco tiempo quedarán vacíos, empezarán a caer a trozos y san Iu les dirá: "No, ustedes al infierno".