Subo la persiana. Hoy por la mañana hacía un sol que reventaba las piedras y por la tarde ha tocado correr para sacar la ropa tendida. La de aquella lavadora no prevista y puesta de manera improvisada a media mañana con el argumento optimista de: "¿Quizás debería aprovechar este día, no?". Un día que ha acabado con aquella ropa todavía húmeda dispersada por el piso buscando secarse.

Y mientras espero si en mi zona pasamos o no el corte de la fase cero a la cero y un poquito más, aprovecho para hablarle de llorar. Los últimos días hemos visto hacerlo en público a tres representantes públicos en tres circunstancias totalmente diferentes y provocando tres reacciones también diferentes en la parte más crítica de la opinión pública. Son dos señoras y un señor. Por orden cronológico, la primera lloró por la tensión y la emoción del momento, la otra por pena y él de alegría y sorpresa. A saber: Alba Vergés, consellera de Salud; Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid y Xavier García Albiol, reelegido alcalde de Badalona.

Jueves 12 de marzo. Alba Vergés anuncia que a partir de las 00.00 horas de aquel día quedará prohibido entrar y salir de la cuenca de Òdena, una zona geográfica que incluye Igualada, Santa Margarida de Montbui y Vilanova del Camí. La consellera es y vive en Igualada, por lo tanto sabe que la decisión provocará que durante algunas semanas, llenas de tensión y de decisiones muy difíciles, no podrá ver a sus hijos, ni a su pareja, ni a su familia y que no podrá hacer vida en su casa, rodeada de sus cosas y de la cotidianidad que te hace sentir protegido y te permite desconectar. Y en aquel momento también sabe que donde viven sus amigos, sus vecinos y la gente que forma parte del paisaje en el que ha crecido, hay un brote muy fuerte de un virus que está matando a mucha gente y del cual ahora mismo no nos podemos defender. Consciente del momento, se emociona y llora.

Mucha gente la defendió porque entendió que antes de ser consellera y política es persona. Y al final, quien nos gobierna son personas que tienen sentimientos y no robots que ejecutan decisiones burocráticas. Y llorar envía un mensaje humano que para la ciudadanía es muy positivo y empático. Pero también le cayeron muchas hostias con la mano abierta. Uno de los argumentos críticos que más leímos aquellos días es que hacía falta dar una imagen de serenidad y de control y emocionarse no transmitía ninguna seguridad. En aquellas circunstancias un representante público no podía trasladar a la opinión pública debilidad sino una firmeza de piedra picada.

Domingo 26 de abril. La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, asiste en la catedral del Almudena a una misa en recuerdo de los muertos por el coronavirus. Y se hace viral el famoso momento en que una lágrima cae por su mejilla izquierda y le hace correr el rímel.

Ayuso llora

En este caso sus defensores usaron los mismos argumentos que con Vergés (los políticos también son personas), pero las críticas fueron por otra parte. Así como de la consellera nadie dudó de su sinceridad, de Ayuso se dijo que todo era teatro, impostura y postureo. Que era un llanto fingido para la foto y que todo era mentira. Vaya, que no se la creían.

Martes 12 de mayo. Xavier García Albiol recupera la vara de alcalde de Badalona en un pleno convocado después de la dimisión del anterior alcalde, Álex Pastor. Ni él mismo se espera el desenlace. Y por eso, cuando al inicio del acto intuye que ganará la votación, se emociona por primera vez. Pero no se nota mucho porque está sentado en la platea con el resto de concejales. Después sí, después, en el momento del juramento realizado en el atril, todo el mundo percibe claramente que se emociona. Y él no se esconde porque incluso ha colgado el vídeo en su cuenta personal de Twitter. ¿Para demostrar a sus enemigos que es humano? Pues bien, las críticas por este momento de llorera y voz entrecortada han sido escasas. Más que censurarlo, le han hecho un montón de memes del momento, pero en tono jocoso.

Fíjese, pues, en la paradoja. A una de las mujeres se la critica por débil y a la otra por mentirosa, pero al hombre no se lo critica por ninguna de las dos cosas. Ni sus más ácidos rivales han usado sus lágrimas para decir de él que es un blandengue o un farsante. Se rien de él, sí, pero no van al terreno personal. ¿Por ser hombre? ¿A la hora de criticar según a quien, la opinión pública se atreve más con las mujeres que con los hombres? ¡Ojo, incluidas las propias mujeres, eh!. Pues mire, lo desconozco. Simplemente lo constato.

Huy, mientras hablábamos de llorar, ya ha llegado la decisión sobre si en mi zona seguimos a cero o hacemos un cero arrastrado. Y el resultado es... Catalanes en general 1; Metropolitanos de Can Fanga, 0,5. Bien, podría haber sido peor, pero hemos empatado con Madrid a menos de uno. En cambio, nunca superaremos a una Ayuso que está a 179/109. De tensión. Por el cabreo. Porque ella quería estar en el uno. A ver qué pasa ahora en las manis paragolpistas de la Zona Nacional. Que, por cierto, días atrás dije que un señor había participado en una de las caceroladas de protesta golpeando una señal de tráfico con un palo de golf. Y no. Mirando bien las imágenes, era una escoba. Y muy sucia, por cierto. No hacía para el nivel del barrio.

El problema de Ayuso, pero, es que esta carrera a ninguna parte en la que participa los últimos días quizás la esta haciendo más sola de lo que se cree. Hoy han hecho pública una encuesta de Metroscopia según la cual un 77% de los madrileños estaría a favor de quedarse en esta fase cero. Y eso quiere decir que quizás Ayuso está fiándose demasiado de 100 engominados hiperventilados que gritan mucho y a los cuales los medios los hacemos demasiado caso, olvidando la inmensa mayoría de madrileños sensatos que ponen por delante de todo su salud. Porque madrileños sensatos también los hay. Y son mayoría. Aunque no lo parezca porque prácticamente nunca salen en los medios. Ni en los de allí ni en los de aquí.