Subo la persiana. Sol despampanante, sí, pero no puedo atenderlo como se merece porque desde hace cuatro días tengo otras ocupaciones. Y cuando digo cuatro días no es una frase hecha sino que es la cifra exacta de jornadas que hace que en casa se va la luz.

Son cortes que no duran horas, no, sino los minutos suficientes como para enviar a tomar por el saco el trabajo que en aquel momento esté haciendo en el ordenador o desprogramarme todas las emisoras y el reloj de tres aparatos de radio que, cada vez, tengo que volver a programar con una paciencia franciscana. Aparte de afectar a la comida del congelador. Que está lleno porque, no sé si la compañía lo sabe, pero estamos confinados y no salimos a comprar cada día. Lo más apasionante de la broma esta es que en mi pueblo ahora mismo no sufrimos ningún huracán. Ni ningún temporal de nieve o de viento. Ni hemos sido inundados por ningún tsunami. Y no, tampoco ha entrado en erupción un volcán próximo, ni nos ha caído un meteorito, ni hemos sufrido un terremoto de grado 23 en la escala de Richter, que tiene un máximo de 10 y no consta que nunca se haya llegado. Nada de todo esto ha sucedido, pero si ve que esta pieza, de repente, se queda a medias, quiere decir que se ha vuelto a ir la luz.

Pero, curiosamente, hoy no se ha ido ni cuando al mediodía ha comparecido el president Torra para presentar su propio calendario de desconfinamiento, ni por la noche cuando ha comparecido el presidente Sánchez para decirnos que el próximo sábado podremos salir a hacer ejercicio y a pasear acompañados. Será sensacional porque para poder huir de las cuatro paredes de casa, se apuntará a la vida sana gente que su máximo contacto con el deporte ha sido ver una carrera de 100 metros por TV mientras expresaba un eructo de cerveza y escupía un hueso de oliva contra la cortina de la ventana.

(Ah, por cierto, Sánchez ha vuelto a decir que "la desescalada" se hará por territorios, asimétrica y por etapas. O sea, totalmente al contrario de cómo hicieron "la escalada").

Total, que entre el anuncio de hoy y la esperada salida dominical de los niños, todavía se extenderá más la sensación de que eso se ha acabado. Y eso no se ha acabado ni de broma, por muchas ganas que tengamos. Pero este autodesconfinamiento mental sí que nos hará empezar a plantearnos aquello del "¿y ahora qué?". También en las relaciones humanas. Y aquí va incluido el sexo.

Ayer mi amiga que tiene un pequeño comercio y es muy leída me envió un vídeo que tenía gracia. Por lo que planteaba y también por quien salía:

Lo reenvié a varias personas y la respuesta de dos de las mujeres receptoras fue exactamente la misma: "satisfyer". ¿Sí, tanto cambiará la vida sexual de la gente sin pareja estable? ¿El miedo a contaminarse cambiará aquello tan entrañable del "aquí te pillo, aquí te mato"? Pero más allá de eso, todo el proceso de confinamiento con parejas estables conviviendo dos meses 24 horas al día entre cuatro paredes, ¿qué provocará, una avalancha de divorcios o un baby boom? ¿Después de tanto tiempo se romperán muchas relaciones de amantes? ¿A falta de tener alguien con quién hablar, la gente habrá hecho skypes con conocidos que acabarán siendo el amor de su vida? ¿Es cierto que está habiéndo mucho de sexo por webcam? ¿La pregunta "con luz o sin", al menos en mi casa seguirá sin ser una decisión personal sino lo que decida arbitrariamente la compañía de la luz? Como (tampoco) no soy experto en este tema, he llamado a Eva Moreno, sexóloga y terapeuta de pareja. Ella escribió un libro que se llamaba "Mí deseo depende de mí", por lo tanto era una buena oportunidad por preguntarle de que, de quien y de como dependerá nuestro deseo, pero también si la desaparición del contacto físico nos puede afectar. Y me ha dicho esto:

"Me encantaría tener una bola de cristal para adivinar cómo será el futuro después de la Covid-19. Lo que pasará no será blanco o negro y se irá transformando. Las relaciones personales, de estima, los vínculos, el contacto y la comunicación táctil, el cara a cara, no se pueden perder porque son fundamentales para sobrevivir. Los seres humanos necesitamos este contacto. Si desapareciera, aumentarían las depresiones y las enfermedades emocionales".

¿Entonces qué? ¿Tenemos que ser optimistas o no? "Las personas tenemos una capacidad extraordinaria de resiliencia. Nos adaptamos para sobrevivir. Creo que habrá un cambio en todas las relaciones (intimas, familiares, laborales...) que apreciaremos con la perspectiva del tiempo, pero en ningún caso creo que las relaciones de contacto entre las personas puedan desaparecer, nos cargaríamos a la humanidad, nos autodestruiríamos".

¿Ya, ya, pero y del sexo, qué? La industria de la tecnología hace mucho tiempo que investiga y trabaja en el cambio de intimidad. Desde las muñecas de silicona que parecen cada vez más reales y que incluso buscan que expresen emociones, a los juguetes con App para mantener relaciones a distancia".

¿Y crees que dos de los trabajos de futuro serán los de abogado (o abogada) matrimonialista y la de ginecólogo (o ginecóloga)? "Creo que habrá más divorcios que nacimientos. Y los nacimientos serán deseados y fruto de tener tiempo y más oportunidades i llevar un ritmo más relajado -a pesar de la ansidedad del cofinamiento- Y cuantas más relaciones sexuales  hay más oportunidades de embarazo. Es una cuestión de probabilidades".

Veremos pues qué acaba sucediendo. Quizás uno de estos niños (o niñas) que nacerá fruto del confinamiento acabará trabajando algún día en una compañía eléctrica y será la persona que acabe con esto que llaman "microcortes" y que tranquilamente podrían recibir el nombre de "inmensa putada inadmisible en un país normal sobre todo cuando no hay ninguna incidencia de fuerza mayor que pueda afectar al servicio". Pero, claro, el nombre, a pesar de describir perfectamente la realidad, es demasiado largo. Y ya se sabe que en el siglo XXI trabajamos con conceptos breves.

Y ahora, si me lo permite, voy a empezar a calentar para salir el día 2 a hacer deporte como si no hubiera final. Y con mascarilla. Espero no ahogarme...