Subo la persiana. Ahora hace sol, ahora está nublado, ahora llueve, ahora no hace exactamente ninguna de las tres cosas. El tiempo está como nosotros, que tenemos momentos de todo. Y algunos no son ni momentos. Ahora bien, el espíritu tiene que ser "No podrán con nosotros. Ni sin nosotros". Aunque ahora mismo no es que no sepamos cómo será el futuro sino que ni sabemos cuándo será el futuro.

Estas crónicas sólo pretenden ser un lugar donde explicar cosas que observo y que me explican. Pero hoy me permitiré, sólo un momentito, observarme a mí mismo y compartir con usted el concepto "Al confinamiento te acabas acostumbrando porque no hay más remedio y porque es el paso previo a dejar de estar confinado".

Mire, a finales de diciembre sufrí un incidente ciertamente doloroso seguido de una operación urgente en la rodilla de la pierna izquierda. Y, claro, quedé confinado. Por incomparecencia de mi propia movilidad. O sea que este año, un servidor ya lleva dos. De confinamientos de estos. Ducharme era una obra de ingeniería que ni el AVE a La Meca. Salir a la calle, imposible, porque mi cerebro le decía a la pierna que avanzara, y la pierna estaba tan sorda que ni se movía. Dormir era un ejercicio de cortas etapas y las etapas dependían de un mínimo movimiento que desbaratara la única postura posible. Subir y bajar de la cama o del sofá era un esfuerzo comparable al de hacer una triatlón.

Pero poco a poco fui consiguiendo un mínimo movimiento. Cada día era un paso de pulga, pero para mí era un paso de gigante. En poco tiempo pude entrar a los taxis, gracias a una maniobra realizada con un dominio tal que ahora me la piden mucho en el Cirque du Soleil. Y después pude coger el transporte público. Y aunque el viento del temporal Gloria estuvo un par de veces a punto de tirarme por los suelos, podía caminar por la calle. A una velocidad que los caracoles me hacían luces para adelantarme, pero yo caminaba. Y después pude dejar una de las muletas. Y seguidamente la férula. Y después la otra muleta. Y después pude ducharme de pie. Y conducir el coche. Y empezar a poder ir en bici para volver a hacer el movimiento de la rodilla. Y después pude ir en moto. Y ahora cuando subo y bajo escaleras ya no parezco Chiquito de la Calzada, sino un señor que camina un poquito extraño. Y espero estar al 100% antes que Démbélé, cosa que tampoco es muy difícil.

¿Por qué le explico todo eso? Porque comparado con aquello, para mí eso de ahora es una broma. Y porque entonces, como ahora, el objetivo era superar el momento. Con paciencia, pero avanzando cada día un poquito. Entre quedarme cojo y hacer los ejercicios que tocaban y unos cuantos más, escogí la segunda opción. Ahora, entre pensar que me quedaré sin trabajo y no podré ni pagar el agua que sale por el grifo o que saldré adelante, nuevamente he escogido la segunda opción. Como mucha gente que está pasando por momentos mucho más difíciles y complicados que el mío y luchan para salir adelante. Y salen adelante.

Y pienso que mis padres sobrevivirán. Y que la gente que me aprecio y que en este momento está en la UCI, saldrá adelante. Y que seguramente no podré hacer vacaciones, pero ya pararé un fin de semana de octubre, de noviembre, o de cuándo sea. O no pararé. Yo qué sé. Y aquel viaje que tenía previsto, ya lo haré en otro momento. O no. Ya lo veremos.

Hace sólo dos semanas que cuando salimos a comprar miramos a los demás con recelo. Y nos apartamos. Y en la red vemos vídeos de gente manifestándose con violencia contra otra gente porque van por la calle. ¿Volveremos a tener confianza con los desconocidos y nos acercaremos a ellos a menos de un metro? ¿Y con los nuestros? ¿Nos fiaremos de abrazar a nuestros padres y abuelos? ¿Cambiarán nuestras relaciones personales? Pues quizás al principio costará un poquito, pero nos acabamos acostumbrando y desacostumbrando a todo. A eso también.

¿No le pasa con los anuncios, las películas, o las series? Ve ahora las imágenes de la normalidad de hace dos semanas y se sorprende que la gente se interrelacione. Y que se toque. Y que unos y otros estén cerca. ¿Verdad que se hace extraño? Es como ver un anuncio de turrones el mes de agosto o de crema solar en enero, que dices: ¡Hostia, como chirría! Pero si en dos semanas hemos dado la vuelta hacia este lado, lo podemos hacer al revés. Quizás no todo será como antes, pero intentaremos que lo sea más o menos. Y si alguien de nuestro alrededor tiene problemas, lo ayudaremos. Y si los tenemos nosotros, los nuestros nos ayudarán. Y volveremos a salir a cenar a nuestros restaurantes preferidos. Y seguiremos riendo con nuestros camareros y preguntándoles por la familia. E iremos de copas a nuestro bar preferido. Y volveremos a hacer las mismas bromas sin gracia de siempre.

O al menos haremos el posible para que esto sea así. Porque hoy, justamente hoy, falta un día menos para volver a lo que ahora le llamamos la normalidad...