A mí usted me dice "Miguel Ángel Revilla" e inmediatamente me vienen en la cabeza una imagen, dos anécdotas y un misterio. La imagen es de la sesión constitutiva del Congreso de los Diputados de mayo del 2019. Fue memorable su llegada a la entrada de invitados. Subió por la Carrera de San Jerónimo encabezando una comitiva de unas 20 personas. Él delante marcando el paso, a su alrededor la montaña de gente y por allí en el medio, disuelto entre la masa, el diputado que su partido había obtenido y que, naturalmente, no consiguió ningún protagonismo porque quedó totalmente aplastado por la omnipresencia del líder. Una vez dentro, cada vez que me cruzaba a Revilla por los pasillos o en el bar, la imagen era la misma: él abriendo camino y los otros 20 detrás suyo. En el caso del bar fue particularmente interesante porque está en el cuarto piso y todos subían y bajaban a pie.

Las dos anédotas son dos clásicos que forman parte de su repertorio y que se las he oído explicar a nuestro protagonista, aproximadamente, unos cien mil millones de veces: 1/ En la boda de Felipe y Letizia fue al WC y se encontró Harald de Noruega. En unas versiones estaban meando uno al lado del otro y en la otra "su majestad estaba sentado en el trono" (sic) y 2/ Las anchoas y como se las regalaba a todo el mundo. El éxito fue tal que existe la marca de anchoas M.A. Revilla, autorizadas por el interesado con las siguiente condiciones: "que sea producto de la máxima calidad y que el 2% del beneficio vaya a 'La Cocina Económica' de Santander, regentada por las religiosas Hijas de la Caridad, que diariamente sirven muchas raciones de comida a los más necesitados".

Y el misterio es por qué desde el año 2007 (cuándo servidor de usted lo vio por primera vez en La Noria de Jordi González) este hombre aparece cada dos por tres en las cadenas privadas de TV españolas hablando de todo y haciendo las delicias, imagino, de los espectadores, porque desde hace 15 años repite y repite una presencia que le proporciona una sobreexposición mediática que le hace ganar elecciones. Y cuándo digo que habla de todo, también de COVID. Y para hacer revelaciones sorprendentes.

No dudo que el señor Revilla tiene informaciones que confirman la teoría del nordeste, porque si no seguro que no lo habría manifestado alegremente una vez le pasó por la cabeza. Una teoría que se añade a muchas otras que circulan, sobre todo por las redes, gracias a la persistencia militante de otros grandes expertos de su mismo nivel y conocimientos. Gente realmente experta que sabe tanto que sabe más que los que han dedicado su vida a estudiar los virus y que, realmente, no saben nada. ¿Y sabe por qué? Porque están a sueldo de oscuras tramas y de intereses ocultos. Suerte tenemos de todos estos de las teorías del nordeste que saben la verdad cierta porque son personas libres que leen informes de "prestigiosos" desconocidos que trabajan en no menos "prestigiosos" lugares como misteriosos centros de investigación, universidades estilo CasadoMaster y sitios extraños con nombres tan inflados como inexistente es su reputación científica.

¡Suerte tenemos de los que, como Revilla, nos abren los ojos! No como estos que se creen lo que dice la ciencia "oficial" y que, de entrada, son todos unos nazis -el calificativo que no falte nunca- que nos quieren engañar para conseguir unas cosas que ahora no sabría decirle cuáles son, pero que a mí no me engañan porque soy muy listo. Y no soy ninguno sectario, porque estas cosas siempre las son los otros.