Y de los autores de "lo sé todo sobre el Brexit, "lo sé todo sobre Venezuela", "lo sé todo sobre el satisfyer" y "lo sé todo sobre todo", llega a nuestra vida "Yo lo sé todo sobre el coronavirus, ¿qué quiere saber?".

Pero, sobre todo y muy importante, "yo lo sé todo...", pero dése cuenta que estoy huyendo del sensacionalismo porque yo soy pe-ri-o-dis-ta. Ahora bien, me paso el día hablando del coronavirus, y conecto con las puertas de no-se-cuántos hospitales y me dedico a mostrar gente que salga por la puerta haciendo no muy buena cara. Fuera sensacionalismo, pero me paso el día actualizando minuto a minuto la cifra de casos detectados. Y atención, porque no quiero alarmar a nadie, porque yo soy un periodista que hace pe-ri-o-dis-mo, pero ahora mismo se ha detectado un nuevo caso en Sabiñánigo. Es leve, pero es una persona que no había tenido contacto con ningún infectado. Eso podría querer decir que la infección se ha descontrolado totalmente. Y cuando digo infectado e infección marco mucho las consonantes para dar miedito. Pero usted que está en casa empotrado a la pantalla de TV, a la radio y a las redes y ve y oye que los informativos abren cada día con el coronavirus y hablan rato y rato (y rato), no se alarme porque no pasa nada. Es como una gripe normal. Y, sí, al contrario de la gripe "normal" no nos pasamos el día diciendo cuánta gente tiene la gripe "normal", pero todo es normal.

Y usted ve cómo van suspendiendo congresos, ferias, acontecimientos de toda índole y competiciones deportivas diversas. Y usted ve como hacen jugar a puerta cerrada partidos de fútbol y de baloncesto y como sacan el agua bendita de las iglesias y prohíben dar besos a imágenes religiosas y paganas como la leona de Girona, pero usted no sufra porque no pasa nada. Y entonces usted se pregunta: "¿Si no pasa nada, por qué lo hacen?".

¡Ah, y haga el favor de no robar mascarillas, ¡hooombre! (¡y muuuuujer!)". Mascarillas que no sirven para nada, pero que varios periodistas han llevado puestas durante sus crónicas televisivas, siguiendo el conocido como "efecto temporal". El efecto temporal es aquel por el cual, tal como pasa cuando hay un temporal (de ahí el nombre), los informativos van conectando con un enviado especial tras otro para explicarnos lo mismo. Una y otra vez. La diferencia es que los temporales son más lucidos porque permiten situar al reportero en un espigón donde hay un viento de 100 por hora, en una tormenta de 800 litros por centímetro cuadrado o en una nevada donde el yeti pasa por delante de cámara con bufanda. En cambio esto del virus es poco visual. Sobre todo porque la gente no se va muriendo por la calle ni nada. Suerte que siempre nos quedan las mascarillas para que usted se quede adherido a la pantalla cagado de miedo, pero no piense que eso es sensacionalismo, no. Estamos haciendo periodismo.

Y todo ello con la sensación aquella que se toman decisiones porque toca. Para hacer alguna cosa. Por ejemplo, esto de los partidos de fútbol y baloncesto a puerta cerrada contra equipos de zonas "de riesgo" como las cuatro regiones del norte de Italia: Emilia-Romaña, la Lombardía, el Piamonte y el Veneto. Muy bien, hay riesgo en espacios como los pabellones, por eso la puerta cerrada, pero cuando acabe este viernes habrán llegado al aeropuerto de El Prat (solo hoy) 5 aviones procedentes de Bolonia, 11 de Milán, uno de Turín y 5 de Venecia. ¿Qué diferencia hay entre un aeropuerto y un campo de fútbol o un pabellón de baloncesto?

¿Qué quiero decir con todo esto? Que Alba Vergés (consellera de Salud), Joan Guix (secretario de Salud Pública), el doctor Antoni Trilla (efe de epidemiología del Hospital Clínico), el ministro Salvador Illa y Fernando Simón (Director de Alertas y Emergencias Sanitarias), están haciendo muy bien su trabajo, pero los que sufrimos cada día una avalancha de información, la necesaria y la inflada, ya no sabemos qué pensar porque recibimos mensajes por todas partes que, seguramente inconscientemente, son contradictorios. Y no por parte de los citados, que quede claro.

Y cuando sucede esto, quiere decir que no lo estamos haciendo bien. Entre todos.