Los dinosaurios, entonces dueños del planeta, pringaron como miel por culpa de un meteorito. El mismo que nos convirtió a nosotros en sus herederos. Como ahora disponemos de la suficiente tecnología como para detectar y desviar un meteorito como aquel, parece que aquello no se repetirá. En cambio quien sí que provocará un efecto parecido, no sé si tan fuerte como para destruirnos pero si para cambiarnos la manera de vivir, será un virus. No será el señor Covid-19, pero él es el dedo que nos señala el camino.

Ahora mismo es imposible saber la manera como este virus modificará la sociedad. Y la sociedad quiere decir la manera de trabajar y las horas que le dedicamos, la manera de relacionarnos, la economía, las deslocalizaciones, el consumo, el ocio, el control sobre las personas y, sobre todo, tendremos que ver cuáles serán las consecuencias de la crisis económica mundial que ya está viniendo. Y los cambios no lserán en un par de meses, cuando la situación (esperémoslo) haya vuelto más o menos a la normalidad, sino que irán llegando.

Si una cosa ha demostrado el coronavirus, que ya es la palabra del primer cuarto de siglo XXI, es que vivimos en un mundo tan global que en menos de dos meses ha viajado de China a cualquier punto del mundo. Y en primera clase. Pero las medidas que hemos adoptado han sido locales. Primero cerramos la ciudad de Wuhan, después la provincia de Hubei, después zonas de Corea del Sur, después el norte de Italia, después Igualada y hemos acabado cerrando las escuelas catalanas. Y espere.

Negaré haber escrito esta expresión, porque está al nivel de "dispararse un tiro en el pie", "romper una lanza", "poner sobre la mesa" o "hacerse trampas al solitario", pero hemos querido... poner puertas al campo. Oiga, que los virus son tan cabrones como los humanos y no los pararemos poniendo un cartelito en la puerta de casa que diga: "prohibido el paso". Dos meses, dos, y los informativos y los programas de TV dedican el 99% de su tiempo y espacio al coronavirus. Desde política a deportes, pasando por economía, cultura, sociedad, internacional, ciencia, divulgación, ocio y cualquier otro sección inventada o por inventar. El coronavirus lo impregna todo, lo afecta todo y lo detiene todo.

Sí, el planeta es global desde el punto de vista económico. Y lo es tanto que cuando en China no había mascarillas, desde aquí enviamos miles que estaban fabricadas... ¡EN CHINA! Pero no es global ni políticamente, ni judicial, ni legal, ni a la hora de aplicar los derechos humanos. Somos pequeñas manchitas dispuestas por el territorio que vamos a nuestra bola. Y la Unión Europea es el gran ejemplo. Y lo es tanto que debemos plantearnos seriamente si la llamada UE vuelve a llamarse como ya se llamó en su momento: CEE, Comunidad Económica Europea. Porque no es ninguna Unión sino un club de intereses económicos que tiene sus fábricas en China o en el norte del África y que ahora se ha dado cuenta de que un virus que era como una gripe puede hacer fallar el sistema. Todo.

El tópico, la frase bonita que oiremos mucho estos días será: "tenemos que aprender mucho de este virus para que las cosas no se vuelvan a hacer igual de mal". Usted y yo sabemos que no aprenderemos mucho, globalmente, pero que notaremos sus efectos. Y que todavía no tenemos ni idea de si acabaremos recibiendo mucho o mucho más que mucho.