Giulio Andreotti, uno de los políticos más inquietantes de cuando Europa incluso tenía políticos inquietantes y un superviviente profesional, es autor de la frase "En la vida hay amigos, conocidos, adversarios, enemigos y compañeros de partido". Konrad Adenauer, uno de los padres de esta Europa que ahora no sabe a dónde va y, lo que es peor, ni sabe de dónde viene, dijo lo mismo pero con otras palabras: "Hay tres tipos de enemigos, los enemigos a secas, los enemigos normales y los compañeros de partido". Las dos frases me han venido a la cabeza esta tarde durante el entierro laico que le han organizado al president Quim Torra y Pla en el Parlament de Catalunya y en forma de pleno.

El título de esta pieza no es mío sino de mi amigo David González quien, previendo esto de hoy, ya me lo dijo ayer. Porque se veía venir. Sí, oiga, después de dos años y cuatro meses de un pim-pam-pum permanente, han organizado una ceremonia donde ha habido hostias para ser la viuda y algunos llantos han sido tan fuertes que se han oído desde la habitual cola en la cumbre de la Pica d'Estats para hacerse la pertinente foto. No es ninguna crítica; válgame Dios, Alá, Buda, Brahma, Vixnu, Krishna, Jah y el Monstruo Espagueti Volador; pero ha sido así. ¿Qué le haremos, verdad, si la realidad es la que es?

La política es una profesión muy expuesta y, por lo tanto, muy cruel. Una autentica picadora de carne. A veces pienso: ¿cómo quieren que los políticos desarrollen un proyecto y tomen decisiones si se pasan el día desactivando minas y esquivando puñales? De los rivales, evidentemente, pero sobre todo de los enemigos, que con las frases citadas al principio ya ha quedado claro quiénes son.

Desde el primer día, al president Torra le han faltado al respecto. Institucionalmente hablando. Claro, era muy fácil, porque no era "de los suyos". O mejor dicho, no era "de nadie". Y aquí incluyo a los parientes directos pero también a los de su mayoría. Despreciarlo salía bien de precio porque, como no pertenecía a ninguna familia política y no existían los "torristas", estaba claro que nadie saldría a defender unos equilibrios inexistentes y un espacio que ni estaba ni se le esperaba.

¿El president Torra ha cometido errores? Naturalmente. Y en una época como la que le ha tocado ser presidente seguramente no era la persona ideal. Porque no era un político profesional, porque era un president por accidente y porque aterrizó como el president vicario. ¿Pero alguien tenía una idea mejor? ¿Hace falta que recordemos por qué Quim Torra ocupó el cargo de 131º President de la Generalitat? ¿Hacemos memoria de lo que pasó con la investidura de Carles Puigdemont? ¿Y con la de Jordi Sànchez? ¿Y con la de Jordi Turull, quien fue detenido entre la primera y la segunda sesión de investidura? ¿Hay que recordar ahora los comportamientos que muchos manifestaron entonces y las consecuencias que tuvieron? ¿Recordamos quién iba en la lista de JuntsxCat, que era de donde tenía que salir un nombre que finalmente fue la cuarta opción? O era él o era él. Porque nadie más quiso dar el paso. Y, ¿recordamos en qué condiciones fue proclamado president Quim Torra? ¿O es que no tenemos memoria y nos hemos olvidado de que el 155 nos demostró que éramos poco menos que una diputación provincial? Eso sí, con un Palau de la Generalitat y un Parlament con unos edificios llenos de solera.

Pero es que al president Torra se le ha faltado, sobre todo, el respeto desde el punto de vista personal. Como no se ha hecho con ningún otro presidente de la Europa Occidental. La crítica política es necesaria y esta columna es un ejemplo, pero tanto en el Parlament, como en las tertulias, como en titulares y artículos, se han cruzado todas las líneas. Las rojas y las del pantone entero. Hoy muchos analistas decían no entender por qué el president aceptó perder la presidencia por una pancarta. Pues quizás porque la pancarta era la gran oportunidad de marcharse dando un portazo y, sobre todo, decidiendo él cómo quería que fuera su mutis.

Ah, y una última cosa importante. Muy importante. Y relacionada con la pandemia, que este sí es un tema "de los que interesan a la gente". En agosto en Catalunya estábamos como en Madrid. ¿Recordamos Lleida y la zona sur de BCN? Y mire como están ahora allí y como estamos aquí. No estamos para tirar cohetes, pero mirando los datos, ¿alguna cosa habremos hecho bien, no? Sí, los ciudadanos por supuesto, pero también los que tenían que tomar decisiones políticas. Incluido el que, desposeído de cualquier autoridad, por los suyos y por los de los espacios próximos, dio un puñetazo en la mesa y no se detuvo hasta imponer las decisiones más oportunas y necesarias. Desde la aliviada libertad de quien sabía que, ya que le quedaban cuatro días en el cargo, al menos tenía que dejar un legado en forma de salud colectiva.