Lo peor de ser famoso en el primer cuarto del siglo XXI y morirte de una manera poco habitual es que no puedes defenderte. ¿De qué? Pues de las redes sociales y de los medios de comunicación que son un tsunami que se te lleva la imagen de manera descontrolada y para siempre.

Claro que hablo del caso de Blanca Fernández Ochoa, una mujer que fue muy famosa como deportista cuando en España las únicas medallas eran las del amor (Hoy más ayer y menos que mañana). Y que cuando volvió a la vida anónima fue tentada por el mundo del espectáculo televisivo como manera de redimirse. Como manera de redimirse los creadores del espectáculo televisivo, naturalmente. De vez en cuando necesitan a gente normal para hacer pasar experimento sociológico por jabugo y escondernos que al fin y al cabo todo es un montaje para exprimir tronistas diversos, poligoneros muy acelerados, adictos a hacer pesas, gente que necesita llevar ropa tres tallas pequeña y varios restos humanos de serie más.

Y ella aceptó dar el paso pensando que aquello era como el tornado que te lleva al País de Oz y que ella era la Dorothy que vivía una maravillosa e inocente aventura en un mundo de ensueño. Y no. Cuando entras en lo que parece un país mágico, realmente estás entrando en un túnel del terror sin puerta de salida. Cuando tú crees que correteas por el camino de baldosas amarillas, realmente transitas por el precipicio y nunca más eres el dueño de ti mismo.

Y a esta pobre mujer sólo le ha faltado que todo haya sucedido en unas circunstancias idóneas para especular, presuponer, inventar, imaginar y conjeturar durante unos cuantos días en una televisión y unos medios ávidos de empezar la nueva temporada con fuerza y empuje. Y la hemos convertido en un espectáculo, sin pedirle permiso. Pero es que el permiso no era necesario porque lo que estábamos haciendo era informar sobre una persona muy querida por todo el mundo. ¡Hoooombre, donde va a parar! Porque a ver, ¿cómo podemos negarle a la gente estar informada sobre alguien a quien esa gente se la siente próxima porque ha estado entrando en el comedor de casa como si fuera la prima de Sabiñánigo? Pero si no lo hacemos por hurgar, pero si lo hemos hecho y todavía lo estaremos haciendo unos días más porque la gente nos lo pide. ¡Que digo la gente, no, no, el pueblo!

Y así nos vamos retroalimentando. ¡Hostia, que esto tira! Pues pónganme tres, que aquí no nos privamos de nada. Y cuando de los huesos ya no salga más caldo, ya encontraremos otro entretenimiento. Porque en el túnel del terror siempre tenemos preparado un buen susto.