No, esta pieza no va de deporte porque el fútbol profesional del siglo XXI fundamentalmente es dinero. Y negocio. No, no, va del Barça, la empresa catalana más internacional y más global y que se dedica a la fabricación de fútbol. Masculino y femenino. Básicamente. Aunque también fabrica baloncesto, balonmano, hockey patines, hockey hielo, fútbol sala, atletismo y rugby, entre otros deportes.

La famosa semana de los avales, de repente nos hemos dado cuenta de que en la junta del Barça hay unos señores y una señora que tienen el suficiente dinero como para garantizar una cifra de millones que usted y yo no veremos juntos en nuestra vida. Ni en billetes del Monopoly. Bien a no ser que usted sea uno de estos directivos. O la directiva. Y resulta que todos ellos, y ella, son catalanes. Y en el momento aquel en que a muchas empresas catalanas se las presionó hasta límites vergonzantes para que se fueran, todas estas personas decidieron quedarse. (Pequeño inciso: no se dice nunca que a aquellos chantajistas que decían amar tanto Catalunya y que querían salvarla, no los importó nada arruinarla, que quiere decir arruinar a todo el que vive allí, piense lo que piense. Habrá que ir repitiéndolo. Sobre todo cuando algunos de hacen los intelectuales estupendos). ¿Dónde quiero ir a parar?

En un mundo donde las empresas de fútbol se compran como quien se compra un cargador el móvil y los clubs pueden estar en manos de un propietario que ni sabe dónde está la ciudad del equipo que ha adquirido, reconozcamos que tiene hace una cierta gracia que, de madrugada y saliendo de firmar ante un notario de la capital catalana, el presidente y los directivos del Barça se pongan a cantar el Virolai. Por tres motivos: porque quiere decir que saben que la canción existe, porque se saben la letra y porque la cantaron a pesar de que muchos de ellos son tan creyentes como servidor de usted se cree que "todo irá bien". Pero sobre todo porque haciéndolo explicaron que saben a dónde pertenecen. Porque el fútbol es un negocio, pero también puede ser país. País entendido como una comunidad de personas que tienen un sentimiento de pertenencia.

Pero me quiero detener en una de las personas que no estaba en aquel canto en horario de toque de queda, pero que no sólo estaba en espíritu sino que aquello pudo suceder en gran parte gracias a él. Es un electricista badalonés de 44 años, del barrio de Sant Crist, que un día decidió montar una pequeña empresa y que actualmente factura mil millones de euros el año. Se llama José Elias, pero para muchos todavía es "el Jóse". Hace una semana, el 98% de los badaloneses y de los catalanes no sabían quién era este hombre que hace 15 años desayuna en el mismo bar. Ahora le salen amigos de debajo de las piedras. ¿Por qué? Porque el Barça lo ha hecho famoso. En siete días ha pasado de ser un reconocido y muy potente empresario de las renovables a ser eso, sí, pero además a ser famoso popularmente. El fútbol profesional es una empresa y un negocio, pero también un inmenso escaparate donde puedes haber triunfado generando riqueza, pero sólo te llueven las solicitudes de entrevistas cuando haces posible que la directiva del Barça pueda cubrir los avales requeridos.

Los que lo conocen dicen que es un empresario hecho a sí mismo gracias al instinto y a la valentía, que tiene un ojo infalible para invertir, que es directo y que si lo ve claro, se la juega y va a todas. Pero hay tres cosas que sirven para entender a José Elias: 1/ Nunca ha querido marcharse de Badalona, 2/ Siempre dice que está donde está porque sus padres le dieron una buena educación y que este fue su ascensor social y 3/ La frase "yo sólo tengo mi reputación".

Un electricista de Badalona que iba a la escuela con el chándal remendado ha sido uno de los que ha hecho posible que el Barça pueda intentar salir del agujero donde está. Sí, el fútbol es un negocio, mundial, pero quizás la historia del señor Elias sirve porque una madrugada de dentro de 30 años un niño o una niña de Badalona que se llama Martina, Mohamed, Xiaoxue, Jose, Tiare o Mesknesh y que ahora mismo va a la escuela con el chándal remendado pueda cantar el Virolai, o una canción de Obeses, saliendo de un notario de la Diagonal de BCN después de avalar no-se-cuántos millones de euros.