¿Qué, ya ha visto las cifras de hoy del coronavirus, verdad? Vamos por la cornisa. Está clarísimo. Bueno, o no tanto, porque en otros momentos hemos estado mucho peor. Me las he mirado y estoy muy preocupado, pero tampoco tenemos que preocuparnos en exceso. Lo que está claro es que la R, la curva y el rebrote muestran cuál es exactamente la realidad. Y quien elabora estos datos están haciendo un trabajo muy bueno, muy profesional y muy necesario, pero sospecho que se las hacen venir bien para ir dirigirnos y controlarnos. Ya lo denunció Miguel Bosé, que ahora lo han hecho callar porque decía verdades como puños, que el pobre está muy perjudicado y alguien que lo quiere le ha dicho que mejor que calle para no hacer más el ridículo.

Ahora, que los datos son lógicos porque venimos del famoso puente de la Purísima. Que ya no nos acordamos, que todo el mundo fue a la cosa como si no hubiera mañana. Las carreteras llenas, los restaurantes llenos, las tiendas llenas... Estaba todo tan a reventar que incluso lo comentamos en la cena del grupo de la urbanización que hicimos en Cal Pep que, sí, está lejos del apartamento, pero es un restaurante que vale mucho la pena. Ojo, que estuvimos a punto de no encontrar sitio porque, como que éramos 15 y todos los que vinieron de BCN querían salir a cenar... Pero oigan, ¿no les dicen que se queden en casa? ¡Pues hagan caso, hostia! Ah, y la cosa más horrorosa es que la mayoría hicimos caravana el miércoles, porque como el jueves ya había la caravana de los que se adelantaban a la prohibición de salir el viernes, nosotros nos avanzamos al adelanto del adelanto.

Total, que está muy bien esto del horario europeo de cenar a las 8. ¡Ya era hora! ¡A ver si empezamos a civilizarnos! Pero a Pep de Cal Pep se lo dijimos bien claro: "lo que no puede ser es que a las nueve y cuarto empieces a echarnos del restaurante. ¿Y los gin-tonics, qué?". El horario europeo este es una mierda porque es como hacernos hacer una merienda-cena. No, y ahora resultará que querrán que seamos alemanes. Y no lo somos, caray. ¡Allí se van a dormir pronto porque hace frío, pero nosotros somos mediterráneos! ¿Que les costaría dejarnos cenar hasta las once? Esto es Bill Gates que quiere acabar con nuestra cultura e imponernos la suya.

Y ahora viene Navidad. Y está todo abierto. Incluidos centros comerciales y pistas de esquí. Y venga aglomeraciones. Y venga riesgo de contagio. ¿Cómo no quieren que los datos sean los que son? Es que es imposible que vayamos bien. Porque era inadmisible que no permitieran abrir los centros comerciales. No se entendía por qué los grandes almacenes sí y ellos no. Y ahora todos a comprar como locos, con el riesgo que eso comporta, porque hay que ir a consumir para recuperar la economía.

Y mientras, Europa lo está cerrando todo. Y es normal porque sus datos son muy preocupantes, sobre todo comparados con los nuestras. Pero como estamos gobernados por gente que no controla la situación, nosotros ya tenemos aquí la tercera ola y lo que tendrían que hacer es también cerrarlo todo. Hoy mismo. Y es intolerable que quieran cerrarlo todo para destrozarnos la Navidad. Que, imagínese si van en contra nuestra, que ya se puede ni decir "els Nadals", ni "el cagatió", ni la "Nitbona". Nos están robando incluso las expresiones más nuestras. Que no, hostia, que no, que es tió y no el cagatió. Y la Nitbona es una traducción patética de la Nochebuena, que aquí no lo hemos celebrado nunca y cómo nos gusta en casa la Nochebuena.

Pues eso, como le decía, que ahora nos quieren destrozar la Navidad, la única época del año que, desde siempre, nos reunimos toda la familia. Menos el año pasado, que con mi marido nos fuimos a Bali y dejamos a los niños con los abuelos. ¿A qué? Nada, aprovechamos una oferta. Porque mire que aquello es feo de cojones. Por cierto, una gente muy sencilla, que no tienen nada pero sonríen. ¿O eso fue en Etiopía? Sí, que es donde fuimos la Navidad de hace dos años. ¿O hace dos años fue cuando fuimos a Tenerife porque no nos gusta el frío? Ay no lo sé, pero es increíble que quieran robarnos una Navidad y un Sant Esteve sin aquellas comidas tan entrañables en casa de los padres y de los suegros. Con el cocido y que no falte nunca el pescado. En casa, una Navidad sin pescado ni es Navidad ni es nada. Sobre todo desde aquel año que no habíamos encargado nada porque no recordamos qué día era Navidad y tuvimos que descongelar unas barritas de merluza rebozada. ¿Pero eso fue hace cinco años cuando fuimos a Nueva York o ya hace seis?

La Navidad ha venido para quedarse. Como las vacunas. Que, por cierto, en casa nos gusta mucho que sea la empresa Reig-Jofre quien las fabrique aquí, porque representa la catalanidad total con un nombre que es muy nuestro, que ya está bien eso de escoger expresamente una empresa que se llame Reig-Jofre para hacer que en España tengan dificultades para pronunciarla. No hay derecho. Y por cierto, ¡que vivan las vacunas y que vivan las farmacéuticas que las fabrican!, unas empresas modélicas que trabajan para nuestra salud. ¡Y que viva la monja Forcades, la voz necesaria para denunciar la manipulación de la información y los intereses ocultos que esconden todas las farmacéuticas!

Y ahora lo dejo estar porque creo que me acaba de explotar el cerebro y tendría que recoger los trozos. Que ya tiene narices que tenga que recoger yo mis propios trozos. ¿El gobierno no piensa hacer nada?