Hoy he ido a Sant Fèlix, en Vilafranca. Es una de las grandes fiestas castelleras del calendario. Plaza llena, un montón de periodistas, televisiones extranjeras, los de National Geographic haciendo un mega-reportaje y también televisiones españolas. Estas últimas con un punto de directo para hacer breves crónicas en sus informativos. Y por lo que me explican, con unos contenidos para mojar pan. De cinco quilos.

La cuestión es que cada vez que el compañero de Tele 5 hacía la intención de empezar la crónica, la plaza reaccionaba. Más pendiente de la conexión que del castillo que estaba a punto de hacerse. Y la plaza reaccionaba de varias maneras. Con unas puedo estar muy de acuerdo, con otras menos, con otras no tengo nada que decir y con una, en concreto, estoy totalmente en contra porque es una inmensa falta de respeto y un error monumental. Detengámonos en ella.

Mire, todo el mundo trabaja de lo que puede y donde puede. Y nadie es mejor ni peor dependiendo de dónde trabaja. Y trabajar según en qué empresas, no significa estar de acuerdo con su línea editorial. Y mucha gente trabaja en empresas que le repugnan. Y mucho. Por lo tanto, tendríamos que dejar de silbar, gritar e insultar a periodistas mientras hacen directos para las cadenas de TV que no nos gustan. Básicamente por el respeto que hay que tener con quien está trabajando, pero sobre todo por el respeto que nos tenemos que tener a nosotros mismos. Y no lo digo sólo por eso de hoy en Vilafranca, sino por todas las manis, actos y mítines diversos donde se mantienen actitudes hostiles hacia los periodistas. Sean de qué cadena sean.

Y lo relaciono con lo que sucedió en la manifestación organizada el miércoles por Ciudadanos en la Ciutadella de BCN. Ojo, no comparo, relaciono. Y no lo puedo comparar porque lo que pasó allí es gravísimo. Más de lo que parece.

Aquello fue consecuencia de la cacería que promueven contra TV3, y desde hace años, PP y Ciutadans. Cuando cada día repites que TV3 manipula y adoctrina, pides que la cierren por totalitaria y nazi y no-se-cuántas barbaridades más, pues acaba pasando que en una mani llena de "infiltrados", según Ciutadans, se infiltra gente con ganas de romperle la cara al primer periodista de TV3 que se le ponga enfrente. Y si no es de TV3, pero lo parece, también.

Como partido político, tú puedes estar de acuerdo o no con los contenidos de una cadena, pero esta es una cuestión que se debate en la comisión correspondiente del Parlament. O se presenta una queja al CAC, que para eso sirve. O al Colegio de Periodistas. O sales un día en rueda de prensa y enseñas imágenes y dices: "miren, este día en este minuto manipularon. Y este otro día en este otro minuto, también. Y este, y este, y este".

Pero aquí aparecen políticos con el discurso pronunciado ya de casa acusando a TV3 de ser la TV de Corea del Norte y no son capaces ni de decir dos programas de la cadena. De hecho, propongo que al próximo que salga diciendo barbaridades se le pregunte: "oiga, en qué número del mando tiene TV3", a ver qué dice. Porque la mayoría ni lo saben. Porque no se la miran. Porque no tienen ni idea de lo qué hablan. Porque no es una opinión sino doctrina.

Pues bien, estos que hoy estaban en Sant Fèlix y han gritado y han insultado periodistas que estaban allí trabajando, ¿qué quieren? ¿Parecerse a estos políticos? ¿O quieren comportarse exactamente igual que la señora extraña del famoso vídeo de la agresión al compañero de Telemadrid? ¿O quieren ser como los agresores que le propinaron los cuatro puñetazos? Si es así, nada que decir. Todo el mundo tiene derecho a decidir como y cuando comportarse como un miserable. Ahora bien, si de lo que se trata es de querer ser personas, no hagamos nosotros lo que no queremos que los otros nos hagan.

Dicho de otra manera: si no nos gusta que los ultras insulten y griten a periodistas "de los nuestros", no hagamos lo mismo con "los suyos", no?