Definición de mitin: Teatrillo falso pensado para que el candidato/ta salga bien por la TV.

Pero, si le parece bien, lo desarrollaremos un poquito más. Vamos al principio de la humanidad electoral, cuando no existía el internet este donde lo tienes todo al segundo y multiplicado por infinito. Un mitin era un acto organizado en medio de la calle un día de mercado o a la salida de misa (como para decir dos lugares por donde pasa gente). Y la curiosidad hacía que algunos se detuvieran a oír a ver qué decían. Y de estos, quizás, salían convencidos unos cuantos. Objetivo alcanzado.

En el primer cuarto del siglo XXI la gente ya no va mucho a misa y cuando sale del mercado no ve si hay alguien en la puerta predicando sus propias bondades porque va pegada a la pantalla del móvil siguiendo por streaming un acontecimiento que está sucediendo en el Polo Norte. O sea, el mitin es una cosa antigua e inútil que ha tenido que reconvertirse en un plató de TV donde unas cuantas personas, ya convencidas previamente, hacen ver que sienten una desbocada pasión por aquella frase pensada y expresada como eslogan del día.

El formato actual de mitin sirve para agrupar la militancia de cada ciudad, que va porque aquel es un acto más de su penitencia. Bueno, y a veces cae un bocadillo o, directamente, una comida donde nunca falta la mítica "ternera jardinera". Inciso: la "ternera jardinera" es un plato lleno de una sala de color marrón por donde flotan un par de guisantes y dos trozos de una carne que podría ser ternera o mamut. Inciso finalizado. Y, como está muy bien adiestrada (la militancia, la ternera, pobrecita, no puede decir nada), sabe que su función es hacer de figurante. Y lo hace perfectamente porque ha aprendido a identificar en qué momentos tiene que demostrar un fervor incondicional por el candidato. Y si se despista siempre hay alguien que le hace la señal conveniente para avisarle de que hay una cadena de TV que ha conectado en directo y hay que emocionarse. Mucho.

Y si son jóvenes, más o menos agraciados, no bostezan excesivamente y saben poner cara de interés, entonces optan a premio especial y pueden acabar sentados en la gradería de detrás del candidato. ¡¡¡Uaaala, premio gordo!!!

Pero, ¿qué pasa cuando los candidatos (y candidatas) más destacados de un par de las listas que se presentan, incluidos sus números 1, resulta que están en la prisión o en el exilio? Pues que, por motivos evidentes, los mítines dejan de tener el poco sentido que ya tenían. Si resulta que quien tenía que ser el protagonista de la obra no está, el escenario y los figurantes sin frase dejan de ser necesarios.

Sí, los encarcelados pueden enviar un mensaje escrito y alguien salir a leerlo. Pero eso no es nada televisivo, que hemos quedado que era para lo que servían ahora los mítines. Y, además, el mensaje tiene más impacto si lo cuelgas en la red. Y los exiliados pueden enviar un vídeo, también. Y que lo pasen por una pantalla del pabellón, la sala o el local que sea. Pero eso todavía es menos televisivo. Y, sobre todo, no tiene ningún sentido. Si se envía un mensaje es mejor pasarlo directamente por TV y no para que veamos cómo una gente lo ve en una pantalla.

Por lo tanto el procés, que tantas cosas se ha cargado (el estado de derecho, la separación de poderes, Unió, la tercera vía, las lecciones de periodismo que nos daba cierto periodismo), ahora también ha roto el actual formado de los mítines. O mejor dicho, lo ha rematado en su lecho de moribundo.

Descanse en paz. O no...