"Yo no me he pasado tres años y medio en la prisión por Rodalies" clamaba Turull en Banyoles en un mitin de la reciente campaña. La frase obviamente no confrontaba ni con el Estado, ni con el Gobierno de Sánchez sino con ERC, que era el adversario a batir. El único. El resto es parole parole.

Turull es uno de tantos que ha abrazado el independentismo los últimos años. Afortunadamente para el independentismo, muchos. Repentinamente, también. Tanto que a veces los engranajes chirrían. No se han acostumbrado a un cambio tan vigoroso. Ciertamente, no tiene que ser fácil de digerir. Casi de un día para el otro. Una metamorfosis insólita. De tener de cabeza de filas en Madrid a Duran i Lleida a tener a Nogueras. Aparentemente hay un abismo.

Raül Romeva nunca habría firmado una frase así. No porque él militara en el independentismo de toda la vida, sino porque se fue acercando por Rodalies, entre muchos otros. Para tener un país como es debido en el ámbito de las infraestructuras. Para poder disponer de los recursos que el país genera y acabar con el déficit fiscal. A fin de que dejen hacer a la Escuela Catalana. Era por todo eso y mucho más. Cuestiones tan prosaicas pasan a ser nimiedades ante la poesía del nosurrendismo.

Tanto como eso y tan poco para el amigo Jordi, que ahora ve en su prisión un sacrificio tan elevado que desconecta de aquel país mejor que reclamaba Junts pel Sí cuando Mas decía que en 18 meses lo teníamos.

La independencia era para vivir en un país mejor, no para envolverse en la estelada o agitarla con furia como una especie de arma arrojadiza en una disputa cainita

La astracanada de Turull se tiene que interpretar en clave electoral. Pero también de alguien que ha perdido la cabeza porque ha olvidado lo básico. La independencia era para vivir en un país mejor, no para envolverse en la estelada o agitarla con furia como una especie de arma arrojadiza en una disputa cainita. La conversión al independentismo ha sido tan fulgurante como trepidante que ahora permite obviar obviedades como si todo fuera un intangible espiritual más que un tangible mundano. La primera gran manifestación del independentismo fue precisamente por Rodalies un 1 de diciembre. De 2007. Y Turull quizás estuvo allí. Y quizás era la primera manifestación a la que asistía. Como muchos, por otra parte.

Rodalies. Red vial. Puertos y aeropuertos. La Escuela. El catalán. La sanidad. Los servicios sociales. Y la soberanía en todos y cada uno de estos ámbitos. De eso iba hasta que una corriente irredentista lo ha sustituido por un maximalismo tan estéril como falaz en la actual coyuntura. Incluso contraproducente cuando empuja al todo o nada. Porque el resultado, en nombre de sagrados principios, es nada. Es en este punto que el independentismo deja de ser útil en ojos de una mayoría social que si no ve un provecho tangible opta por otra propuesta.

¡Ay, Jordi! Haces sufrir. Fuiste a la prisión por Rodalies y por el conjunto de las infraestructuras, por el déficit fiscal, por la lengua y la escuela o por una buena sanidad. Y no para hacer volar banderas o por himnos. En todo caso, eso solo era el envoltorio, no el contenido. Rabillos de pasas, amigo. El país necesita a la gente valiosa con la cabeza clara, no nerviosa dando palos de ciego.