El debate sobre la inmigración que iremos tapando en estos meses para evitar que tome cuerpo la candidatura de Orriols como fuerza política de extrema derecha traerá consecuencias. Sobre todo, porque por más que la lógica electoral pida ocultarlo, no lograremos evitar la salida en fuerza de una idea que hace mil años que triunfa en política: Country First. O sea España para los españoles. Que traducido significa Catalunya para los catalanes. El debate que hay que abordar sin falta debería orientarse hacia uno de los grandes lemas del president Pujol. Él lo abrió y cerró con una idea fuerza que lo cambió todo: "es catalán quien vive y trabaja en Catalunya". Tan sencillo y tan eficaz. Cierto es que se trataba de una inmigración entre pueblos hermanos: misma cultura, misma religión. Solo nos separaban unos cuantos kilómetros. Hacerlo bien no era evidente, porque había que aceptar la lengua catalana como medio de comunicación a todos niveles. Pero con la política de inmersión lingüística en las escuelas, fruto de un pacto de verdad entre todas las fuerzas políticas, se consiguió hacer bueno el lema de uno de los símbolos fundacionales de Estados Unidos: e pluribus unum. Que traducido significa: "De muchos, uno".

Vayamos de cara y planteemos en qué queremos que se convierta nuestra inmigración, antes de que se convierta en un problema insoluble

Si bien es cierto que las estadísticas dicen que actualmente solo un 14% de los bebés que nacen en los hospitales catalanes tienen los cuatro abuelos nacidos en Catalunya, la inmensa mayoría de nosotros tampoco tenemos ocho apellidos catalanes. Por ejemplo, yo solo tengo cinco. Haced el ejercicio y os sorprenderéis de lo mezclados que estamos. Por lo tanto, creo que el debate sobre la inmigración debe iniciarse sin miedo, con toda urgencia y normalizarlo. Si hemos sido un ejemplo de integración, es porque hemos puesto los medios. Hasta ahora hemos sido muy acogedores como país y la máxima del president Pujol ha funcionado. Quienes vinieron de fuera de Catalunya a finales del siglo XX son tan catalanes, que incluso muchos de sus hijos son tan o más independentistas que los que teóricamente ya llevaban el ADN catalán en la sangre, si es que eso existe, que lo dudo. Catalunya no ha sido tradicionalmente una tierra de identidad cerrada, sino —como ya nos han explicado mil veces—, se ha ido construyendo siempre entre todos los que en ella se han instalado. Y por favor: nada de mesas de partidos y pactos nacionales. Eso solo serviría para dejar de lado el verdadero problema y centrarse en el relato, que no por necesario, acostumbra a ser tremendamente empobrecedor e inoperante si se convierte en el centro de todos los pensamientos. Vayamos de cara y planteemos en qué queremos que se convierta nuestra inmigración, antes de que se convierta en un problema insoluble. Os propongo cuatro grandes temas para ir reflexionando. Primero: ¿cómo y quién regula su entrada, quién decide cuántos entran, cómo les damos papeles para trabajar, y cuándo se convierten ciudadanos? Segundo: ¿cómo, dónde tienen que vivir y de qué, cómo evitamos los guetos, cómo ayudamos a que se instalen dignamente, cómo regulamos su entrada en el mercado laboral? Tercero: ¿cómo se integran los hijos en las escuelas, cómo y dónde escolarizamos a los chicos y chicas, cómo hacemos que hablen catalán? Y cuarto: ¿cómo hacerles participar de nuestra vida cultural, cómo respetamos su religión, cómo respetamos sus fiestas, cómo los incorporamos a las nuestras?

Necesitamos que los partidos se presenten a las elecciones con propuestas concretas, que el debate sea verdadero y que apele no solo al estómago, sino a las políticas que deben llevarse a cabo para facilitar y regular la inmigración. Si el debate no lo dirigen los partidos que tienen vocación de gobierno, se producirá el fenómeno habitual de dejarlo en manos de los extremistas. Se hincharán a denunciar las evidentes carencias del sistema actual y aprovecharán para hablar al estómago del ciudadano, que los acabará votando, harto de tanto relato estéril y tan poca política. Insisto: los partidos no deben anteponer el relato a la política. Deben tener el mejor relato posible para defender las políticas que creen que deben solucionar los problemas, y en el caso de la inmigración, hacer frente a una urgente realidad. Porque si no encaramos la realidad con políticas claras y necesarias, la realidad nos pasará por encima y los partidos de extrema derecha se instalarán en casa. La política, como siempre, o la haces o te la hacen. E pluribus unum!