Iñigo Errejón es el cerebrito de Podemos. Hacerle un retrato es difícil porque, cuando lo miras, sólo ves su expediente académico. La cara de criatura y el cuerpo esmirriado dan a su actividad mental una presencia sospechosa y maquiavélica. Su aspecto de hombre desvalido, en un escenario de  femmes fatales y machos alfa, lo hace parecer una persona introvertida e incluso un poco friqui, a medio camino entre la rata de laboratorio y el científico chiflado que queriendo salvar a la humanidad acaba fabricando un Frankenstein.   

Nacido en Madrid en 1983, Errejón es el político más joven de primer nivel. Sánchez, Rivera, o el mismo Pablo Iglesias, todavía son hijos de los años setenta. Errejon es de la generación de los Erasmus. Desde el primer día ha viajado sin pasaporte por Europa. No hace tufo de destape, ni de hippismo ni de Transición. Aunque Iglesias y Errejón sólo se llevan cinco años, vienen de mundos distintos. Iglesias es hijo de la Europa de la máquina de escribir y las fronteras, mientras que Errejón llegó directamente a la Europa de internet y de las redes.

La tesi de Errejón parecía escrita para analizar como se asalta el poder

Cuando Podemos dio la sorpresa en las Europeas de 2014, Errejon hacía un año y medio que era doctor. Su tesis se titulaba: La lucha por la hegemonía durante el primer gobierno del MAS en Bolivia (2006-2009): un análisis discursivo. A pesar de su aire de Boy Scout, parecía especialista en asaltos al poder y Pablo Iglesias lo propuso para dirigir la campaña de Podemos. Sea por las teorías académicas, sea por la ventana de oportunidad que abrieron la crisis y el independentismo, la campaña fue un éxito total y el nuevo partido obtuvo más de un millón de votos. 

A partir de ahí la vida de Errejón se vuelve una carrera de improvisación y adrenalina. Para empezar se convirtió en el tertuliano estrella de la Sexta y en uno de los líderes del nuevo partido, junto con Iglesias, Echenique y Monedero, que saltó pronto de la dirección. Enseguida, los diarios lo trataron de corrupto por no cumplir las horas de una beca que tenía en la Universidad de Málaga en plena vorágine política. La relación con la novia –hoy reanudada- se fue a hacer puñetas. Como encargado de la secretaría política de Podemos dirigió el despliegue territorial con la presión de unos calendarios electorales apretadísimos.

Los famosos círculos sirvieron para articular el partido en una primera etapa. Cuando un partido empieza, la única manera de reunir al máximo de gente y de seleccionar a los mejores es dar por buenas las ideas de todo el mundo. Los partidos funcionan como los ejércitos del pasado, que prometían comida para todo el mundo y derecho a saqueo en caso de conquista. El mito de la democracia interna y las decisiones colegiadas, ayudaron a salvar los primeros meses. Después, a medida que las crisis internas iban estallando, Errejon fue afinando estrategias. Al final ha aplicado la misma combinación que impulsó al independentismo catalán: mucho hiperliderazgo mediático y mucho territorio.

De esta combinación han salido las confluencias con las izquierdas nacionales no castellanas que ahora estructuran la fuerza del partido. El hecho de que Errejón hable catalán no es un azar. Lo aprendió durante el tiempo que vivió en Girona en plena efervescencia de las consultas por la independencia. Durante un par de años escribió la tesis en Girona, donde probablemente tenía una novia. Es fácil de establecer paralelismos entre el objeto de estudio de su tesis y la crisis territorial que Catalunya ha abierto en España: Bolivia es el único país del mundo que se define en la Constitución como un Estado plurinacional.

Girona y Los Angeles suavizaron sus ideas centralistas y leninistas

Durante los años de doctorado, Errejón analizó cómo el partido de Evo Morales utilizó las tensiones territoriales para consolidar el poder en todo el país y sustituir a la vieja y corrompida oligarquía blanca de origen europeo. En el 2007, el profesor de la universidad de UCLA John Agnew lo recibió en su despacho de Los Ángeles para ayudarlo a orientar su investigación. En aquella época, el líder de Podemos creía que el Estado era poco más que un sistema de distribución de bienes materiales. Según Agnew, Errejón tenía unas ideas muy centralistas y muy leninistas: “Era un chico brillante con una visión cerrada del mundo”, declaró a El País un poco perdonavidas. 

Parece que Agnew y Girona flexibilizaron el pensamiento de Errejón y le ayudaron a entender que las naciones no existen por un capricho de la burguesía. Estudiando el problema de Bolivia, Errejón se dio cuenta de que la identidad no se puede evitar y que el centralismo siempre es más cómodo, pero que a menudo sólo sirve para encubrir formas primitivas de clasismo y de supremacismo étnico. Después de coquetear con el republicanismo, con el patriotismo comunero y con las revoluciones antiglobalizadoras, el simulacro del 9N dio a Podemos el elemento subversivo que necesitaba.

Momentáneamente abandonada por los políticos independentistas, la idea del referéndum permitió a Podemos ir a las generales con un discurso rompedor, sin necesidad de insultar a la iglesia, la monarquía, el ejército, ni los padres de la Transición. Los buenos resultados del 20D y las victorias de Madrid y Barcelona, en las municipales, han generado problemas nuevos dentro del partido. Podemos necesita cuotas de poder para consolidar la estructura de fidelidades. Sólo así podrá convertir la maquinaria de guerra electoral que es el partido en un instrumento de gobierno fuerte y efectivo. 

El hecho de que el poder no se haya conseguido en el primer asalto ha abierto discusiones sobre la táctica a seguir. Iglesias y Errejón están de acuerdo en que Podemos tiene que utilizar las disfunciones territoriales para sustituir a la oligarquía que ha construido su poder sobre la dominación de las naciones no castellanas. A partir de aquí, Errejón es un teórico, mientras que Iglesias es un hombre de acción. Errejón funciona por estudios y encuestas mientras que Iglesias se mueve por intuición. El lenguaje político de Errejon se construye en frases largas llenas de neologismos académicos, mientras que Iglesias sabe hablar con la simplicidad sintética y brutal de los quinquis de Vallecas

Ahora los diarios dicen que los pactos con el PSOE han abierto una crisis entre los dos. La destitución del exsecretario de organización Sergio Pasqual, próximo a Errejon, ha sido interpretada como un acto de autoritarismo por parte de Iglesias. En realidad el episodio sólo ha puesto de manifiesto dos maneras de funcionar que se complementan, como se complementaban Guerra y González en los buenos tiempos del PSOE. La diferencia, se dirá, es que en Podemos la última palabra la tiene el líder radical. Por descontado son otros tiempos. Pero si, para Ada Colau, Barcelona es un medio para llegar a gobernar Madrid algún día, para Errejón y para Iglesias, Madrid es un medio para llegar a gobernar el mundo. 

Quiero decir que, a diferencia de la mayoría de políticos del Estado -Rivera, por ejemplo, es la muñeca de la CIA-, tienen una idea elaborada de España y la globalización. Les queda mucho campo por correr. Y, de momento, difícilmente partirán peras.