Se ha iniciado la campaña para las elecciones municipales en Catalunya y, como siempre, con reproches mutuos entre candidatos. A ello se añade en general que las propuestas en muchos casos son indistinguibles entre partidos y en esta ocasión, como novedad, todo ello viene adobado con ingentes promesas de maná, que caen desde el cielo de la Moncloa, donde Pedro Sánchez ya ha iniciado también su promoción personal para seguir en el cargo cuando acabe la legislatura.

A la mayor parte de la población, la campaña le importa bastante menos que un partido de fútbol entre equipos con enemistades históricas, o que un festival de Eurovisión que de tan casposo ha acabado por resultar fascinante. Es igual que también en partidos y certámenes lo que pueda pasar también sea previsible, porque siempre puede sobrevenir un altercado en mitad del campo por una pandilla de maleducados que lo invaden o una acusación de plagio contra la canción ganadora del festival. En tiempos de inteligencia artificial, y contentos todos bajo el mantra de que nunca será creativa, lo que resulta extraño es que la gente no haya advertido que todas las canciones sonaban a alguna previa.

Experiencia, tolerancia, visión holística, en ocasiones, incluso sabiduría suelen prodigarse más a medida que vamos cumpliendo años. En otros países lo tienen muy claro, pero en el nuestro no es así

Desde ese punto de vista de marcarse la actualidad solo por la excepción, dos datos deben resaltarse en este inicio de campaña. Uno es el favor que, tal vez ya a destiempo, parece haber querido hacer Bildu al PSOE para intentar evitar el sorpasso del PP en estas elecciones. La renuncia que han hecho parte de sus candidatos condenados por delitos de sangre a ocupar su cargo, si son elegidos, parece encaminarse a aplacar los ánimos de algunos barones socialistas que se juegan en su comunidad la mayoría absoluta y que saben que su formación aún tiene respecto a este tema muchas heridas abiertas. Aunque sea más que improbable que la Fiscalía presentase ante la sala 61 del Tribunal Supremo una demanda de ilegalización de Bildu a la luz de lo que todavía prescribe la ley de partidos políticos que PP y PSOE consensuaron hace dos décadas, es mejor evitar escenarios de ese tipo. Al final, Bildu y el PNV están consiguiendo sin ruido acercar a Euskadi a todos los etarras que aún cumplen condena. Mejor evitar cualquier escenario que perjudique ese logro.

La otra excepción a todo lo previsible de la campaña ha sido el tono de descalificación con el que Anna Grau y Eva Parera han criticado a Maragall y Trias en el debate que fue desarrollado en Betevé. Grau acusó a Maragall de chochear y Parera le recomendó a Trias que sintonizase bien el audífono, críticas a dos condiciones que suelen darse en la gente mayor. No quiero ni imaginar qué habría sucedido si a un candidato se le hubiese pasado por la cabeza criticar a Colau por el hecho de que no sea una sílfide o decirle a cualquiera de las mujeres que su sexo limita su capacidad. Pero esta nuestra es una sociedad edadista, gerontofóbica, donde el culto a lo joven incluso afecta a quienes se encuentran ya en edades más próximas a los yayos que a los nietos. Experiencia, tolerancia, visión holística, en ocasiones incluso sabiduría suelen prodigarse más a medida que vamos cumpliendo años. En otros países lo tienen muy claro, pero en el nuestro no es así. Solo por ese imperdonable error, las dos candidaturas que ya de por sí quedan fuera de todas las encuestas merecen ese resultado, porque, ¿de qué modo habrían de mirar y tratar, caso de gobernar la ciudad, a lo que se ha ido convirtiendo en la mayor franja de edad de la población de Barcelona?