Un empresario tecnológico me decía hace unas semanas que el segundo embate del procés puede ser mucho más rápido y corto que el primero. En tecnología, los ciclos cada vez son más cortos gracias al aprendizaje, y lo mismo puede pasar con el procés. Hemos aprendido del primer intento, el de 2017, y el segundo podría ir mucho más rápido.

Visto en perspectiva, pienso que tiene razón. Viví desde la creación del Cercle Català de Negocis en 2008 (el mismo momento que se creaba la ANC, por cierto) como una gran parte de la sociedad no veía necesaria ni posible la independencia, y tardamos como sociedad unos cinco años en situarla en el imaginario de la mayoría y ganar el relato. Y a partir de aquí, tardamos unos cinco años más en prepararnos para el primer embate, el de octubre del 2017.

Ahora llevamos cinco años de impás, de división del independentismo, caracterizados por una ERC que ha hecho marcha atrás y se mantiene en la vía dialogada, mientras que tanto Junts como la CUP seguimos apostando por la confrontación no violenta.

Este impás se acaba cuando los afiliados de Junts per Catalunya priorizamos romper el Govern para encabezar una nueva etapa con un nuevo intento para culminar la independencia, en lugar de mantener el poder de un gobierno autonomista. Mientras tanto, en paralelo, la ANC vuelve a tomar el liderazgo y presiona claramente a los partidos amenazando con crear una cuarta lista, y Òmnium reclama construir un espacio estratégico más amplio. Parece que nada se mueve, pero hay cambios sustanciales que darán resultados en los próximos meses, y la posible vuelta del president Puigdemont podría ser un potente catalizador.

Ahora el independentismo se divide formalmente en dos: los que quieren seguir dialogando con el Estado de forma indefinida y los que estamos por la confrontación con el Estado, que posiblemente acabará en un diálogo final

El resultado es que ahora el independentismo se divide formalmente en dos: los que quieren seguir dialogando con el Estado de forma indefinida y los que estamos por la confrontación con el Estado, que posiblemente acabará en un diálogo final, por lo menos en la negociación de activos y pasivos.

Tal como dijo la ANC el 11-S, no hay opción. O independencia o elecciones. Y eso es lo que Junts per Catalunya ha aceptado votando salir del Govern. No podemos seguir igual, había que salir del Govern y hará falta una moción de confianza, o de censura, que active unas elecciones anticipadas, porque este gobierno no puede continuar con 33 diputados. El president Aragonès ha engañado a los dos partidos que le dimos apoyo y habrá que rehacer mayorías de una manera u otra.

En las próximas elecciones el independentismo irá dividido, ya lo estaba desde el final de Junts pel Sí, porque ERC así lo quiso; pero esta vez, entre partidarios de seguir dialogando con el Estado, aunque no haya ninguna posibilidad de avanzar significativamente, y los partidarios de confrontar con el Estado como única opción real para culminar.

Y tal como lo veo, ahora somos 41 diputados por la confrontación y 33 por el diálogo; sin embargo, con una posible cuarta lista que atraiga a independentistas abstencionistas, podríamos pasar a una proporción más importante entre independentistas de la confrontación contra los del diálogo. Si eso pasa, el país vivirá un nuevo impulso con una estrategia compartida por la confrontación con Junts, la CUP, el CxR y la ANC, y una segunda parte del procés que ahora tendría que poder ser mucho más rápida que la primera y situar el segundo embate en la próxima legislatura, y esperamos que la última antes de constituir la república.

Hay que trabajar para que sea una realidad, y no dependerá de siglas, sino de voluntades de los votantes. Si hay una mayoría dispuesta a este segundo embate, y supera claramente al independentismo dialogante, el procés finalizará con éxito.