Alexéi Stoliarov y Vladímir Kuznetsov son dos humoristas rusos que suelen hacer llamadas telefónicas o videollamadas haciéndose pasar por personajes diversos para vacilar a personajes públicos. Algunos se acordarán del agente Cipollino, que no era otro que Puigdemont, según este par de humoristas en una llamada a Cospedal, cuando era ministra de Defensa. La ministra creía estar hablando con Raimonds Bergmanis, su homólogo de Letonia. Y la conversación dejó en evidencia a Cospedal. Porque no queda claro si era más alucinante que Puigdemont fuera un agente colaborador con Moscú, o si el 50% de los turistas rusos que visitan Catalunya son en realidad agentes secretos que estarían preparando una operación como la anexión de Crimea.

Sus “bromas” suelen terminar dejando en evidencia a su víctima y esta semana le ha tocado salir a la palestra al alcalde de Madrid. Antes de él han pasado por sus objetivos los presidentes de Ucrania, Petró Poroshenko, y Turquía, Recep Tayyip Erdogan, así como el cantante Elton John, entre otros. 

En esta ocasión la broma consistía en hacerse pasar por Vitali Klichkó, el alcalde de Kyiv, y obtener una conversación con Almeida, en la que conseguir alguna que otra respuesta o comentario más o menos llamativo. Consiguieron el objetivo, y posiblemente obtuvieron más de lo esperado, pues los comentarios del alcalde de Madrid han tenido muchas consecuencias. Entre otras, ya se pide su dimisión por las barbaridades que dijo en la supuesta conversación con el alcalde de Kyiv. Porque, para Almeida, la conversación iba en serio. Por muy estridente que resulte, los comentarios del alcalde de Madrid se vierten como tal, como representante público, en el marco de su agenda política y en nombre de la ciudadanía madrileña. Y por lo tanto, la gravedad de sus comentarios es de tal dimensión que considero que no deberían pasarse por alto. 

Incompetentes como Almeida son los que generan conflictos y odio en la más mínima oportunidad que se les presenta

Almeida llega a plantear una serie de cuestiones tan brutales que los hechos no pueden enmarcarse en una situación de broma. Un cargo de semejante responsabilidad no puede decir, de ninguna manera y bajo ninguna circunstancia que un colectivo de personas son unos “bastardos”. No puede plantear la deportación de personas que necesitan protección ante una guerra. No puede porque la legislación lo prohíbe. Porque lo que este señor ha dicho tiene toda la pinta de constituir un posible delito de odio. Entre otros ilícitos. 

Llegar a ofrecer transporte para desplazar a los refugiados ucranianos para que murieran en el campo de batalla es de una bestialidad tal, que no solo porque vaya contra el derecho internacional es grave. Es que dice muy poco de su valía como persona. 

La parte en la que Almeida demuestra su absoluta ignorancia cuando evidencia no saber quién fue Stephan Bandera podría ser para reírse mucho. Y de hecho, lo es: confundir a un referente nazi, colaborador de una de las mayores masacres contra los judíos, con un icono gay no deja de ser divertido. Pero igualmente bochornoso. Es la prueba de que la ignorancia profunda es la que nos arrastra a todos de cabeza a que se puedan repetir las atrocidades cometidas. Incompetentes como Almeida son los que generan conflictos y odio en la más mínima oportunidad que se les presenta. 

Con razón, hay exigencias de dimisión. Un hecho que cada vez se debería precipitar a medida que pasan los días y no hay ni siquiera una disculpa por parte de Almeida. 

La comunidad rusa en Madrid ha expresado ya su malestar. Y tienen toda la razón. Resulta que son más de 100.000 las personas a las que Almeida ha insultado, y muchas de ellas son tan rusas como madrileñas.

Yo, que no soy rusa, y no vivo en Madrid, creo que esta actitud del alcalde debería ser denunciada por cualquiera que tenga claro que nada justifica todo lo que se está produciendo durante estos meses. Nada. 

Ojalá la broma de Almeida sirva al menos para reflexionar sobre ello.