Siempre en campaña, o por lo menos menos, aún más que habitualmente, las cosas se llevan al extremo y las ideas en los mítines se explican de manera más contundente. Especialmente si lo que se busca es no ir más allá de repetir ciertas frases que parece que pueden hacer fortuna, no solo entre el electorado propio, sino en general en los medios. Eso es lo que me parece que le ha pasado a Salvador Illa cuando, supongo que para cerrar la polémica sobre Rodalies Renfe que ha hecho mella en la carrera electoral, ha remachado que "estamos instalados en la queja permanente".

Más todavía cuando no lo dice porque considere que tenemos que pasar en la acción, ya sabemos por otras declaraciones qué piensa cuando salimos a la calle a reclamar nuestros derechos. Y todavía más cuando es su partido el que tiene la llave, recuerdo que gobiernan en Madrid, para que la situación de Rodalies en Catalunya se arregle de una vez por todas. ¡Qué cara pedir colaboración! ¡Ya me dirás cuál y para qué!

Hay muchas cosas en la vida, por no decir todas, que se pueden mirar desde varios prismas, siempre hay una posición diferente y justificada o pertinente de leer la realidad, excepto un caso: Rodalies Renfe en Catalunya.

Renfe está en el top 1 de las causas de la amargura, los nervios, el estrés, los incumplimientos de la jornada laboral, los cabreos y no sé en absoluto cuántos más males de la vida diaria de la ciudadanía catalana

No se puede defender lo que es indefendible y más vale callar que hacer el ridículo más estrepitoso —aunque lo que me apetece es decir que más vale callar que despreciar e insultar a la ciudadanía— en este tema. Ni siquiera los votantes socialistas pueden comprar las palabras de Illa, a no ser que no hayan tenido que coger nunca Renfe Rodalies o que el amor al partido pase por delante de la razón y haga aceptar cualquier tipo de sufrimiento o penitencia. Cosa que también podría ser.

Estos últimos días, la polémica se ha centrado en la línea R2 Sur, pero da igual el lugar de Catalunya donde vivas y de qué día hablamos. Renfe está en el top 1 de las causas de la amargura, los nervios, el estrés, los incumplimientos de la jornada laboral, los cabreos y no sé en absoluto cuántos más males de la vida diaria de la ciudadanía catalana. Los datos que se han recopilado estas semanas —el más sangrante, el del número de incidencias anuales— no dejan duda, con rayo o sin, no ya del mal servicio que es indudable, sino de la mala vida que causa Renfe Rodalies.

No creo que Salvador Illa haya ido mucho en tren, y no me refiero al AVE o solo recientemente, porque tener que depender para desplazarte de Renfe Rodalies te marca, indudablemente, para siempre. Hace tiempo que pienso que en las encuestas de salud de Catalunya tendría que haber una pregunta específica sobre el tema.

Ciertamente, al desbarajuste constante, que es el funcionamiento normal, es decir, normalizado, porque nunca tendría que ser normal, se ha añadido siempre la no respuesta de los responsables del servicio; en última instancia, los representantes del Gobierno y, por extensión, todos aquellos partidos que en un momento u otro han formado parte.

Ahora mismo, para más inri —expresión de mi época—, que la ministra de Transportes sea de Catalunya y continuemos instalados en la misma dinámica de negación del problema real, estructural y crónico lo hace todavía más sangrante y deja claro que el PSOE nunca lo resolverá.