No habrá presupuestos del Estado para 2017. En este momento, todas las apuestas se inclinan por la tesis de que Mariano Rajoy se abstendrá de llevar el proyecto al Congreso, dejará correr el año con el presupuesto de 2016 prorrogado y esperará al otoño para presentar directamente el del 2018.

El procedimiento parlamentario de aprobación de los presupuestos es mucho más complejo y tortuoso de que lo que se cree. No se trata de ganar una votación, sino de enredarse varios meses en una negociación permanente acompañada de miles de pequeñas votaciones, cada una de las cuales puede ser una trampa cuando no se cuenta con una mayoría parlamentaria clara.

El primer paso es la votación de las grandes cifras, las cuantías globales de ingresos y gastos. Lo habitual es que los grupos de la oposición presenten enmiendas a la totalidad. Si una de ellas triunfa, el proyecto es rechazado y devuelto al Gobierno. Si no, nada queda resuelto: simplemente, se inicia el procedimiento.

Esa es la votación de la que todo el mundo habla. El Gobierno soñó en algún momento en contar para ella con el apoyo del PSOE (bastaría con que los socialistas no presentaran enmienda a la totalidad y se abstuvieran en las de los otros grupos), pero eso está ya descartado. En plena batalla precongresual, y mucho más con Pedro Sánchez sobre la pista dispuesto a hacer caja en las primarias ante cualquier concesión al PP, la probabilidad de contar con ese apoyo es igual a cero.

Es cierto que con Ciudadanos, Coalición Canaria y el PNV el Gobierno tendría los 175 votos justos para que las enmiendas a la totalidad no prosperen. Pero además del alto precio de esos apoyos –especialmente el del PNV–, con eso no habrían resuelto nada. Al revés, ahí empezaría la tortura.

El segundo acto se desarrolla en la Comisión de Presupuestos. Centenares, si no miles, de enmiendas a todos y cada uno de los capítulos del presupuesto. Si existe una mayoría parlamentaria sólida, no hay problema: se aceptan algunas enmiendas, pocas, para quedar bien con algunos territorios, y se rechazan todas las demás.

Pero con esta composición del Congreso, cada enmienda de la oposición conducirá a una negociación a cara de perro y a una votación sobre el alambre, con grave riesgo para el Gobierno de sufrir derrotas sucesivas y ver su proyecto original desguazado cifra a cifra. El portavoz parlamentario del PSOE ya ha adelantado su plan: presentar una tonelada de enmiendas. Unas las negociará con el PP. Otras, con Podemos y Ciudadanos. Y otras, con Podemos y los nacionalistas. Hasta tres mayorías alternativas, y en dos de ellas no está el grupo que sostiene al Gobierno.

El acto final es la votación en el Pleno. Pero esta se descompone en dos partes: por un lado se vota el articulado de la ley y por otro el presupuesto sección por sección. Ahí ni siquiera le basta al Gobierno el empate a 175, necesita al menos un voto más; y no tiene de dónde sacarlo.

A lo largo de la tramitación de los presupuestos se producen no menos de mil votaciones. ¿De verdad imaginan a Rajoy metiéndose en semejante lío?

A lo largo de la tramitación de los presupuestos se producen no menos de mil votaciones. ¿De verdad imaginan a Rajoy metiéndose en semejante lío? Lo consideraría si fuera absolutamente necesario, pero no lo es en absoluto.

El Gobierno ya tiene lo que necesitaba de modo imprescindible: el techo de gasto y los objetivos de déficit. Sin eso no podía presentarse en Bruselas; y eso fue lo que negoció con el PSOE a cambio de jugosas contrapartidas para los socialistas (subida del salario mínimo, más recursos para las comunidades autónomas, etc.).

A partir de ahí, gobernar con el presupuesto prorrogado del 2016 no le crea ningún problema. Es más, puede sentirse cómodo con él, porque cuenta con un colchón de 5.000 millones derivados de que este año los gastos del servicio de la deuda y los del desempleo serán menores gracias a la mejoría económica.

Sólo se trata de llegar hasta el verano y dejar que concluya pacíficamente este período de sesiones. Cuando llegue el otoño y se presenten los presupuestos para 2018 la situación parlamentaria será la misma, pero para ese momento estarán despejadas muchas incógnitas:

Para empezar, ya se sabría quién manda en el PSOE y si hay o no en Ferraz un interlocutor válido. La nueva dirección socialista tendrá cuatro años por delante, no estará sometida a la presión de ganar un congreso partidario y podrá hablar de todo con mayor serenidad. Si se produce el infortunio de que Sánchez gane las primarias y regrese el noesnoísmo, la respuesta de Rajoy sería fulminante: elecciones anticipadas.

Mientras tanto, Soraya Sáenz de Santamaría y Montoro deberían haber avanzado también en la negociación del nuevo modelo de financiación autonómica. La necesidad de culminar con éxito ese acuerdo y que se pueda aplicar inmediatamente será un poderoso incentivo para que los gobiernos autonómicos sean los primeros interesados en que el presupuesto salga adelante en tiempo y forma.

En otoño estará también algo más claro si Catalunya se lanza al vacío del referéndum frustrante y frustrado o se encamina a unas elecciones

Se sabrá también si se confirma o no la tendencia favorable del crecimiento y de la creación de empleo, y si hay margen para aflojar el dogal de los recortes.

En otoño estará también algo más claro si Catalunya se lanza al vacío del referéndum frustrante y frustrado o se encamina a unas elecciones que, con toda probabilidad, sentarían a Oriol Junqueras en el Palau de la Generalitat, con un más que verosímil realineamiento de las alianzas (fuera la CUP y dentro els Comuns). Es decir, sabremos si entramos en un período de cronificación del conflicto, sin solución pero sin conflagración inminente, o vamos directos al choque catastrófico. En términos políticos, guerra fría o guerra caliente.

En el escenario europeo, habrán pasado ya la las cruciales elecciones de Francia, Alemania y Holanda –y probablemente, Italia. Podrá medirse con más precisión el efecto económico del Brexit. Sabremos si la Unión Europea tiene esperanzas de sobrevivir o se encamina irremisiblemente a su extinción.

Y sabremos con certeza si en Estados Unidos hay un gobierno normal o nos enfrentamos a un tipo decidido a poner patas arriba los equilibrios geoestratégicos, el orden económico y comercial, la paz en el mundo y la propia democracia americana.

El PSOE reclama que el Gobierno presente ya los presupuestos en el Congreso, pero les aseguro que lo hace de boquilla. En realidad, sus dirigentes ponen velas para que Rajoy sea una vez más Rajoy y se abstenga de colocarlos en ese brete. Bastante convulso está el patio socialista para añadir una querella sobre los presupuestos, que sería gasolina súper para el neopopulismo sanchista.

De aquí a junio, habrá pocos acuerdos entre el Gobierno y el PSOE. Quizá la renovación del Tribunal Constitucional y poco más. Como dice un destacado dirigente socialista, “si Rajoy tiene algo importante que negociar, que espere”. Y si no puede esperar que se busque la vida, que no está el horno para ciertos bollos. Al menos mientras un tal Sánchez, trasunto hispánico de Travis Bickle (personaje protagonista de Taxi Driver) siga patrullando las calles, dispuesto a todo.